domingo, 11 de diciembre de 2011

NO PUEDO SER ESE SEVILLISTA

 

Saludos.

Me estoy planteando muy seriamente mi pasión, la que llevo en los genes, porque todo indica que ando contracorriente, a contrapelo y puede que no cumpla determinados requisitos, que mis maneras choquen con las Maneras.

Me resulta complicado respetar y esperar que se me respete, que todo el mundo diga lo que piense, libremente, y yo pueda hacer lo mismo. Y no creerme mejor o peor por el simple hecho de tener otras ideas. En política, en sociedad, en literatura, en música, en economía, en el trabajo… y en el fútbol.

Me educaron para que tratase siempre de no causar daño a los demás si no es estrictamente necesario, como defensa. Daño físico o emocional, me inculcaron el juicio y el valor del respeto como norma de vida. Pasados los años, cada día estoy más agradecido a mis padres por ello y sigo ésa norma hasta el límite. Incluso en la forma de hablar o escribir.

Pero me lo ponen difícil.

Yo no uso insultos y tacos habitualmente en mis escritos y si los utilizo, los dejo para cuando estoy en la barra del bar, con los amigos, tomando unas cervezas y arreglando el mundo o decidiendo la alineación perfecta del Sevilla. Y ni aún ahí abuso. Alguno, pero poco.

Yo pensaba que la impronta blanca y roja te colocaba en un nivel especial, distinto, distante y mejor, que ser palangana te confería un status de generosidad, caballerosidad, de saber estar… de categoría.

De respeto.

Y no parece ser así. Todo indica, repito, que para destacar, para llamar la atención, para que te lean y te aplauda el corifeo, debes usar términos ofensivos, escatológicos, vulgares, chabacanos, groseros y simples. Solo así parece que puedes estar en la élite, en la flor y nata del sevillismo y tener acceso a lugares e información privilegiados de la atalaya blanca y roja. Solo así, parece.

Si el Sevilla juega mal, a mí me parece que juega mal. Pero es una opinión subjetiva, es mía y puede que esté equivocado. Lo más seguro es que sea así porque mi escala de valores, incluido el fútbol, es la que tengo, por la que juzgo y la que me confiere mi manera de ser. Estoy convencido de que mi opinión es tan buena o tan mala como la de los otros. Es solo la mía.

Si el Sevilla juega bien, a mí me parece que juega bien. Seguramente lo haga más acorde a mis cánones ideales sobre éste fantástico deporte, a lo que a mí me gusta y lo que espero disfrutar siempre como espectador. Es solo mi opinión.

Tengo mis modelos para casi todo y lo que se acerque a ellos se acerca a mis maneras de pensar. Y debe haber un modelo por persona en el mundo. Y todos ellos, todos, tan respetables como el mío y siempre decido, en primer lugar, que puede que esté equivocado, que quizás yerre, que tal vez la verdad sea otra.

Pero me cuesta mucho trabajo colocarme en pedestales ficticios, inventados por mi mismo, y decirle al otro que es ignorante, que no sabe, que yo sea superior y por ello catalogarlo de zafio y enviarlo a cualquier sitio.

No, no lo hago. Podría pero no lo hago por educación, porque me formaron de ésa manera y porque aprendí la relatividad de casi todo.

Y tengo conocimiento del lenguaje suficiente como para conocer tantos adjetivos como el que más, tanta pasión como el que más, tanto sevillismo como el que más… aunque parece que no sea el mejor.

Parece, también, que mi forma de ser sevillista no es la Forma, que no tengo la altura suficiente porque uso un lenguaje respetuoso, porque no puedo admitir que mi grado de sevillismo sea mejor, superior o tenga más enjundia que el de los demás. Porque soy incapaz de decirle a nadie lo que tiene que pensar, cómo debe vivir, de qué manera hacer las cosas o el modo perfecto de ser sevillista.

No soy modelo para nada. No quiero serlo. Solo soy sevillista.

Pero tampoco admito que pretendan decirme cómo debo ser, qué debo pensar o de qué manera hay que ser sevillista. Solo conozco una manera y no quiero cambiar aunque me lo esté planteando.

Os resultará fácil convencerme de mi errores con argumentos porque soy un saco de imperfecciones y carencias, pero no tanto vencerme. Para eso necesitaréis más armamento.

Sobre todo si los argumentos que usáis los buscáis en un retrete.

Ya os contaré mis conclusiones. O no.

Cuidaros.

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