Saludos.
Son idiomas diferentes y así no podemos entendernos. Distintos modos de viajar, unos en VIP y otros en la clase turista.
Llamarlo fútbol puede parecer excesivo a pesar de que los conjuntos observen las mismas reglas y a priori salgan con opciones similares de triunfo. Técnicamente puede que sea así, pero la realidad es otra muy diferente porque el reglamento FIFA solo exige que sean once frente a once, jueces, normas de juego que hay que cumplir y tiempo definido. Nada señala ése organismo sobre las cualidades de los contendientes, aptitudes, facultades, capacidades, medios…
Quizás “merienda de negros” (frase que hoy está mal vista pero que no me resisto a usar y con mis excusas a quien se pueda sentir ofendido por ello) es la que mejor define lo visto ayer.
Demasiada diferencia. Demasiada.
La primera referencia a la gesta de vencer al súper poderoso podemos encontrarla en la Biblia (caso David y Goliat) y es conocido que todo “leyente” (Cornelio dixit palabro) de ésa magnífica obra de Historia y Ciencia (sea creyente o no y porque sicológicamente respondemos así), se identifica con David, el débil, en tanto que es actor principal del relato y porque los humanos, desde entonces, admiramos la capacidad de superación frente a obstáculos aparentemente insalvables.
Ello porque la mayoría, la inmensa mayoría, somos débiles y los fuertes son pocos. Sin embargo, los modos y maneras han cambiado de tal forma (el sistema solo prima al vencedor, sea como sea), que “todo vale”. Todo con tal de vencer y no interesan consideraciones éticas o morales. Vencer, a cualquier precio, pero vencer. Y ganar y ganar y ganar…
Otros hablan de “matar hormigas a cañonazos” porque la desproporción del armamento sugiere que no quepa el menor indicio de igualdad o paridad o en un “paseo militar” (añadirán unos terceros), viniendo a señalar que la victoria obtenida no les costó grande esfuerzo, que fue absoluta y sin bajas considerables en las huestes propias.
Desde otro punto de vista, ayer, antes del partido y en demasiados rostros, puede observar (aunque simuláramos la inevitable y obligada ilusión de que iba a ocurrir el milagro) ésa conocida expresión de “como ovejas al matadero”. Éramos conscientes del potencial del otro, de su fortaleza, de su capacidad para hacer daño… y de nuestras propias debilidades y carencias.
Temíamos lo peor y sucedió lo mucho peor.
Era previsible y era presumible que nos iban a dar una dosis de caballo de “resultadismo” y aún así, teníamos la secreta esperanza de que el David blanco y rojo lograra armar la honda y derribar al Goliat merengue.
Pero hay demasiadas diferencias y no hubo forma de detener la avalancha. Y si perder siempre duele, hay maneras que hurgan mucho más en las heridas porque rozan el sadismo.
Se nos aplicó una terapia abusiva de equipito.
Resultadistas, por cierto, lo somos todos…si es a favor. Cuando ocurre lo contrario y es el otro el que se beneficia de la aspiración, les decimos otras cosas. A ellos, a los nuestros y a los de mas allá.
Llegados a un punto de deterioro visible, arremetemos contra cualquier cosa que nos justifique en nuestra egocéntrica posición universal. Y nos importa un higo si calza nuestros colores o los opuestos. Siempre tenemos razón y siempre logramos encontrar el atajo que nos lleve a la meta final. A trancas y barrancas, de la manera que sea, siempre tenemos razón: Ya te lo dije. ¿No te lo decía yo?
Ganar o ganar, vencer o vencer, si o si…
Lo cierto es que cualquier derrota te aplasta anímicamente, sea cuasi de broma o ante divisiones blindadas, sin que haya consuelo posible. Y no nos hagamos ilusiones que lo de la intifada tiene poco futuro y en breve, en muy breve y si no dotamos a nuestras fuerzas de algo más que piedras para derribar tanques, volveremos, estamos ya casi, a la zona donde se mezclan los blancos y los negros. Esa parte de la tabla en que hemos vivido tantos años y a la que no queremos volver ni siquiera en el peor de los sueños. Ni borrachos.
Cuidaros.
2 comentarios:
Quizás fuimos a un intercambio de golpes donde no podiamos llegar a darle ni una vez al adversario y en ese intercambio vimos unas pocas de veces la lona de cerca,pero al menos caimos con dignidad,aunque como dices no queramos perder de ninguna de las maneras,no quiero tampoco llegar a pensar en el último de tus párrafos,pero irremediablemente es el lugar hacia donde volvemos a estar muy a pesar de todos nosotros,un abrazo hermano,me temo que se avecinan tiempos dificiles,aqui estaremos para afrontarlos con todo el sevillismo del mundo.
Hola, hermano.
Pues sí, puede que vengan tiempos difíciles. No obstante, recuerda que cuanto peor se ponen las cosas, más fuertes nos hacemos.
La Historia, joven. La Historia que no engaña.
Cuídate, grandullón.
Publicar un comentario