Saludos.
Vuelta a la normalidad, fin de las cortas vacaciones y efkaristo -gracias- a los moradores del Olimpo por unos cuantos días plenos de Historia, con la emoción de plantarte frente a lugares que te abrumaban de recuerdos de lecturas, de nombres, de arte, de ciencias, de literaturas, de filosofías, de ciudades, de gestas, de batallas...
Efkaristo a los naturales por su amabilidad y sus esfuerzos contínuos por comunicarse con gente tan torpe como nosotros y con el gratísimo descubrimiento de que TODO el mundo habla el idioma internacional del imperio, cuestión que dice poco y nada bueno de nuestro propio país, a pesar de que en otros aspectos aún les quede camino para alcanzarnos...
Tal como me adelantara mi hermano Alvaro, somos tremendamente parecidos. Y lo somos en muchísimos aspectos. Quizás si lograras evadirte de los letreros, carteles y conversaciones en su lengua, jamás podrías distinguir en qué país te encuentras.
Son muchísimas las sensaciones que te traes y la mayoría, la inmensa mayoría, buenas. Excelentes. Porque si haces como nosotros y dejas en casa los prejuicios y te vas a los sitios con la mente abierta, dispuestos a dejarte encantar, a recibir y percibir sensaciones, olores, colores y sabores, descubres que cada instante, cada momento puede ser mágico, único y diferente.
Es probable que lo que más me ha enseñado en la vida es a considerar el mundo como un gran pueblo, con ligeras diferencias, pero todo lleno de gente amable y de lugares cautivantes, capaces de liberarte de las tonterías localistas que todos arrastramos.
Pero como casi siempre, el recuerdo más vívido, el más impactante, nada tiene que ver con los monumentos, con la historia ni con los nombres, aunque debería tener uno. Y sí tiene muchísimo que ver, por el contrario, con mi capacidad de fabular, la que me acompaña desde que la memoria decidió inundar mi cerebro.
Como tipo fundamentalmente curioso, todo me llama la atención y como regla general antigua y consolidada, intento "meter la nariz" en cuanto suceso me parezca llamativo y por la causa que sea. Así, visitar una Iglesia Ortodoxa Griega -a pesar de mi ausencia de creencias religiosas y como me ocurre con las católicas-, lo considero un ejercicio admirativo de arte, del abundante arte sacro que se puede descubrir por todo el mundo. Arte, al fin y al cabo.
Paseando por El Pireo y ejercitando la capacidad de recuerdos de un lugar con tanta historia, observamos que estaban decorando la entrada a una Iglesia Ortodoxa de una manera distinta. Las ceremonias de otras creencias, por comparación, me resultan muy atractivas y me sorprenden, agradablemente, por lo mismo que me sorprenden la propias: la capacidad de creer que observo en los demás.
En éste caso se trataba de una boda y con muchísimos detalles que pudimos ver y con sutiles diferencias.
Vimos que los invitados acudían a la Iglesia con los regalos en la mano: bolsa de plástico con paquetes envueltos en papel de regalo, unos más grandes, otros pequeños, de "marca", sin "marca"... Pero los llevaban al templo y al efecto, había una furgoneta preparada para recaudar el aporte.
Como el suceso parecía inminente, nos demoramos los minutos suficientes hasta la llegada de la novia. El novio, un tipo joven y gordito, con un ramo de flores en la mano, calzado de smoking, charlaba con todo el mundo -algo nervioso lo vimos-. La novia se demoraba. Mientras, los detalles de los padrinos, las madres, los padres, los hermanos, éste es el padre de él, aquella la madre de... ¿ella?
Mientras, observábamos. Parecía no llamarles la atención que dos "guiris", vestidos de aquella manera, anduvieran, cámara en ristre, curioseando entre el personal con ropas elegantes -a saber, vestidos largos ellas y trajes ellos, como por aquí-. Y si les molestamos, nadie dijo nada, ni una sola mala mirada.
Había un señor muy mayor, mucho, pelo blanco, chaqueta gris clara, delgado, bajito y muy serio, aunque sonreía de vez en cuando, que portaba una cámara analógica, flash grande, profesional, merodeando por el lugar. Todo indicaba que era un fotógrado pero que nada tenía que ver con la ceremonia que se estaba desarrollando. Se acercaba a los invitados, todos dispersos en las cercanías, y les preguntaba algo. Por lo general, las respuestas nos debían ser la esperadas porque los dejaba y se iba a buscar otro grupo.
Por fin, una señora que venía acompañada de un niño, permite que el abuelo le tome una fotografía a pequeño. El amigo saca unas gafas, ajusta los controles de la cámara, se las quita, prepara un poco el montaje sobre los escalones y dispara. Entrega una -pensamos- tarjeta a la señora, para la posterior recogida, y se vuelve en busca de nuevos clientes.
Luego seguiré con él.
Debió pasar media hora y cuando ya pensábamos en desistir, escuchamos un claxon sonando sin parar y dedujimos, acertadamente, que llegaba la protagonista. En efecto, era ella. Pero para nuestra sorpresa, le dieron tres vueltas a la manzana sin dejar de "pitar". Debe ser costumbre.
Y llegaron a la puerta principal, escalinata, decorada con lasgar cintas que llegaban hasta la entrada, velones, flores... muy colorido y llamativo. Ella vestía de blanco y se tomaron el tiempo necesario para las fotos y vídeos. Nada diferente.
El anciano de la cámara seguía por allí, discretamente apartado.
En un momento, nuestro amigo se nos acerca y nos dice algo. Maldigo mi infinita torpeza con los idiomas y como no entendemos lo que nos dice, nos encogemos de hombros y abrimos las manos en la señal internacional de "no entiendo". Sonríe, hace un saludo con la mano y se marcha.
Después de las fotos de rigor, el ascenso ceremonioso, cientos de flashes, vídeos...
Y nuestro interés termina ahí porque no queremos seguir entrometiéndonos ni entrar al templo.
Pero nuestro amigo, el señor bajito y delgado, sigue por allí, cámara analógica en mano, andando despacito y acercándose a todo bicho viviente.
En todo aquel tiempo, solo le vimos tomar una instantánea. Solo una.
Y mi mente, la que está conectada con mis ojos y lo graba todo, observa al señor y piensa. Y piensa en aquel hombre, anciano, que debería estar disfrutando de sus nietos, quizás biznietos, que sigue allí, con su antiquísima cámara, intentando ganarse la vida.
Y mi mente, la está conectada con las gentes, con las personas, con los trabajadores, no puede evitar pensar en que el amigo, el abuelo, le queda poco más que hacer. Allí vimos cámara digitales de todo tipo y tamaño, de todo precio y calidad. Cámaras profesionales de muchísimos euros que han terminado con el rollo de película, con la Kodak, con el revelado de gran formato.
Pero nuestro abuelo, porque no deberá ser de otra forma, debe seguir allí, horas y horas, andando despacito y tratando de ganarse la vida con una actividad que ya ha muerto porque hoy todo el mundo lleva su propia cámara. Hoy, de inmediato, tu cámara te dice si ha salido bien o mal y puedes repetir; puedes imprimir una copia en casa y puedes tirar cientos de fotos aunque luego debas descartar el ochenta por ciento.
No para nuestro hombre. No para... le llamaremos Spiros. Pues Spiros sigue intentado vivir como, probablemente, lleve haciendo años.
Y yo ví su mirada cuando sus ojos se clavaron en mí. Y aunque no entendí lo que me decía, en el fondo tierno de aquellos ojos claros adiviné aceptación, rendición y destino.
Y sentí una pena enorme.
Y es la sensación más vívida que me traigo porque Spiros no debería estar ahí, con sus muchísimos años, intentando ganarse la vida con un oficio que ha muerto. Porque quiero pensar que lleva años para dos vidas disparando sus cámaras y sacando guapa a la gente y ya debe haberse ganado el descanso.
Puede que mi fantasía sea tan descomunal que invente vidas que no son; puede que la realidad sea mucho más sencilla y placentera. Y puede que aquella mirada de Spiros me haya contado toda una vida.
Cuidaros.
1 comentario:
Hola hermano,en primer lugar me alegro de que de nuevo estes entre nosotros,te he hechado de menos estos dias,tengo muchas cosas que contarte y de hecho lo haré,precioso tu relato como siempre y te diré al respecto que el tal spiros es otro de esos viejos carcamales que no se rinde nunca,esa cámara de fotos a parte de historia debe enseñarnos que no por viejo nada ni nadie se queda en el olvido,mucho menos en uno de los paises con mas reliquias del mundo.
Algún dia se puede dar la paradoja que vuelva a estar en el primer puesto del escalafón spiros y cámaras con tripodes,cuidate mucho y lo dicho,te veo en breve y ya desde aqui te emplazo a un cafelito.
Besos a tu mujer.
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