sábado, 21 de marzo de 2009

DEFENSAS Y ATAQUES





Saludos.

Cada día, cuando llegan mis horas de tiempo libre, siempre escasas, dedico parte de ése tiempo a sumergirme en el infinito mundo de internet. Dentro de ésa vasta fuente de información y como palangana que soy, es rito obligatorio hacer un recorrido por los portales sevillistas para conocer lo que se "cuece" en las mentes de los hermanos de sentimiento, las noticias del equipo, datos e informaciones sobre todo lo que rodea al Sevilla...

Es saludable conocer lo que opinamos desde todas las ópticas porque a pesar de que el objetivo sea el mismo, no todos coincidimos en las maneras ni en las formas. Afortunadamente porque no me imagino la unanimidad total y absoluta en casi ningún aspecto de la vida. En el fútbol, tampoco.

Leo, por tanto, todo tipo de comentarios con un único punto en común: el apoyo al equipo. Y una vez inmerso, uno tiene sus "favoritos", es decir, aquellos amigos cuyas opiniones, coincidan o no con las nuestras, tienen la calidad suficiente -desde nuestra óptica particular- para espolearte a participar y sumarte así al sano intercambio de ideas, propuestas y apuestas.

Una vez hecha la selección y habiendo tratado de arrimar algún cemento a la obra, modestamente, te paras un poco en aquellos otros que, sin estar entre los elegidos por tí, cuentan tanto como los primeros aunque algunos no solo no te gusten, sino que a veces te repelan.

Yo hago una distinción clara: los capaces de discutir, intercambiar, razonar, aportar y documentar sus posturas -sean las que sean- y los que apenas esgrimen uno o dos argumentos, todos contra el que no piensa como él y con posiciones siempre extremas.

Resulta curioso que en el eterno debate "Manolo sí, Manolo no", por ejemplo y porque es el único punto de fricción que invade el mundo sevillista hoy, ésas posiciones están más claras que en casi ningún otro. Obviamente, las alineaciones ideales de cada uno quedan excluídas porque ahí jamás nos pondríamos de acuerdo y solo aceptamos las de los demás si, terminado el encuentro, hemos ganado y hecho un buen partido. A regañadientes porque de haber salido "nuestro" once, el resultado hubiera sido aún mejor.

Esta maravillosa salsa, a la que asisto desde hace más de medio siglo, es la que nos ocupa buena parte de nuestras vidas y sin que ello signifique -al menos en mi caso-, que el resto de sucesos no me interesen.

Sin embargo y desde que tengo uso de razón -don que espero haber obtenido-, los debates del sevillismo siempre habían sido respetuosos y educados, con sorna sana a veces y con las muletillas esas que te hacen sonreir, fracasar o elevarte con el "ya te lo decía yo".

La salsa interna porque la externa es otra. Otro mundo.

Curiosamente y con nuestro equipo en una posición envidiable para otros diecisiete, ése debate interno está llegando a límites insoportables y con eso no hacemos ningún bien al Club.

Habemos quienes desde el primer día, cuando Manolo fué elegido para ocupar el banquillo, dijimos -porque sabíamos cómo planteaba sus equipos-, que no nos gustaba la elección. Hemos tratado de argumentar, de demostrar, de señalar y de analizar las formas de Manolo. Hemos tratado siempre de hacer una crítica constructiva -aunque nunca se nos ha entendido o no se nos haya querido entender-, porque lo que realmente nos interesa es que nuestro Club siga sumando hacia arriba, que llegue lo más lejos posible y consiga tantos títulos como puedan obtenerse, se llame como se llame el entrenador y porque además, amamos el deporte fútbol en fondo y formas.

Se nos acusa de dejarnos influenciar por fuentes externas, por otros intereses y se nos pinta como sujetos suceptibles de manipulación.

De entrada, eso es una falta de respeto cuando no un insulto. Y lo es más porque llegado el caso, todos podemos caer bajo influencias y una parte es incapaz de juzgar a la otra. Es incapaz, diga lo que diga, como lo es de asegurar que está en posesión de la verdad.

La Verdad es la suma de verdades.

Y quiero pensar que la Verdad de los sevillistas es el Sevilla y aún a pesar de que puede que haya algunos que hagan una labor de zapa para terceros, la mayoría, la inmensa mayoría, solo pretende lo mejor para nuestro Club. Piensen como piensen.

Pero llegamos al grado de fanatismo en su peor acepción: la irracionalidad.

Cuando uno espera ser respetado, lo primero que debe hacer es respetar a los demás. Uno, tratando de ser lo más demócrata que se permita, expone y alega sus ideas y trata, siempre, de formularlas en el tono adecuado, con ése respeto y con los argumentos necesarios.

Uno espera lo mismo de la otra parte y... no, siempre no.

Ocurre que si somos irracionales en éste aspecto -incapaces de aceptar que haya otras posiciones y otros planteamientos-, es probable que ésos principios los traslademos a nuestras otras actitudes vitales desde la política a la eduación, desde la justicia al trabajo, desde el cine a la televisión...

Aptos para ser irracionales en un solo semblante, estaríamos abiertos a aplicar dogmas al resto de situaciones.

Y lo que más sorprende -negativamente- es la insuficiencia para elaborar un discurso coherente que muestran algunos. Enrocados en la defensa de la "causa", incapaces de entender que la causa es la misma, cuando terminan de esgrimir sus dos únicos argumentos sólidos comienzan la caza de brujas, la proyección de carencias y la consolidación de fronteras: estás dentro o fuera.

Son actitudes dictatoriales tales que: "o todos moros o todos cristianos" -cuando sabes que siempre hubo de unos y de otros y los seguirá habiendo-; o "hay que ser tío pa tó" -sin que previamente hayamos definido "tío" y desconociendo que tenemos la mitad, más un pellizquito, de "tío" y la mitad de "tía"-; o "con dos cojones" -ignorando explícitamente que "dos ovarios" tienen exactamente el mismo valor...

Es la intransigencia que define nuestra civilización, que configura el mundo desde que es y la que permite que se documenten los actos más bárbaros y negativos de la historia de la especie.

Son los principios sobre los que se construyen las abominaciones porque la línea sobre la que caminamos en la vida es estrecha y es complicado no caer a uno u otro lado.

El color del cristal lo ponemos nosotros.

Después de todo lo dicho, aún tengo esperanzas en que el debate no concluya porque si dejáramos de enfrentar nuestras opiniones, sería síntoma de una insoportable unanimidad, del monocolor y la igualdad imposible: el caldo de cultivo para las atrocidades, el despotismo y los abusos que ya hemos vivido en otras épocas del sevillismo. Y del mundo.

No somos enemigos, amigos. No lo somos porque el único evangelio es nuestro Sevilla y deberíamos tener la capacidad de entender -tampoco es tan difícil- que es necesario que haya diferentes puntos de vista, otras formas de entender el sevillismo, otros gustos y otras aspiraciones.

Y somos lo que somos precisamente por eso, por la diversidad que nos aglutina en torno a un Sentimiento.

Y ésa es la única afirmación posible.

Vamos a hacer un ejercicio de respeto, de tolerancia y de capacidad para sumar.

Por favor.

Cuidaros.

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