Saludos.
La retirada de Manuel Carmona del mundo internáutico bético, desde donde ejercía de defensor numantino de causas imposibles, termina con el ciclo más virulento de anti sevillismo reciente.
Abanderado de espantajos mientras los vientos soplaban de popa, las circunstancias por las que atraviesa su equipo y sobre todo, del que ha sido máximo dirigente durante años, han dejado huérfano a éste esclarecido elemento y cientos, miles de letras no le han servido para convencer a nadie de que ya no babea con aquel. Y los que lleguen a tomar las riendas del club le quedan demasiado lejos. Es tarde.
Su aparición estelar en una televisión local cuando celebrábamos nuestro centenario –para forjarse una hipótesis irreal sobre la antigüedad de los clubes sevillanos-, lo sacó de un anonimato ganado a pulso y solo con el protagonismo que le prestamos nosotros los sevillistas, ha podido resistir unos años de vida oscura, decadente y tan desoladora como su equipo en ése periodo.
Extravagante en sus afirmaciones, infantil la mayoría de las veces y esperpéntico creador de argumentos increíbles, ha demostrado muchas veces que su corazón verde estaba por encima de la razón. Sobre todo, si ésta llegaba desde nuestro lado.
El raciocinio de Manuel Carmona ha sido puesto en tela de juicio demasiadas veces porque él mismo se ha empeñado en demostrar carencias alarmantes.
Y el solo se marcha.
Se marcha y se lleva su web arguyendo razones de salud, cuestión que respeto –y de hecho le deseo la mejor de las suertes-, aunque resulta paradójico que lo haga justo en estos momentos, tan oportunamente.
La Historia del fútbol sevillano está escrita y no caben interpretaciones extrañas. Lo hechos son los que son y las pruebas las puede conseguir cualquiera para demostrar que sucedió de aquella forma.
Era cuestión de tiempo y de usar los medios técnicos disponibles.
Más aún, cada día aparecen nuevas certezas y evidencias de que quizás debamos reconsiderar algunas cuestiones. Y lo haremos.
¿Sabía Carmona que las pruebas estaban al alcance del que las buscara? ¿Las tenía él? ¿Porqué, de ser así, se empecinó tanto tiempo en mantener posiciones indefendibles, argumentos falsos?
¿Es una huída a tiempo?
Es posible que en unos días termine por perder la ya escasa credibilidad con la que aún se sostenía entre un pequeñísimo grupo de incondicionales. Y es posible que su orgullo, su enorme ego y su infinita rabia hacia el Equipo Más Grande le impidan reconocer que ha mentido, que se ha equivocado y que la verdad y la razón la tenemos nosotros.
Se marcha el último escollo para el entendimiento, para la amistad por encima de los colores, para el dulce y enriquecedor intercambio de amables opiniones. Desaparece de la escena el ultramontano, irracional y vehemente Carmona –el último mohicano-, para dejar paso a las nuevas generaciones de investigadores béticos.
Honrados, serios, concienzudos y racionales con los que, dentro de pocas fechas, volveremos a reunirnos para, entre todos, escribir la hermosa Historia del Foot Ball de Sevilla. La de todos los sevillanos.
Porque ni su club ni el nuestro podemos compararnos con los que atesoran infinidad de títulos grandes. Sin embargo, eso no nos priva de querer a los nuestros con toda la pasión de que somos capaces, tanto o más que lo puedan querer los seguidores de aquellos.
Son nuestros clubes.
Adiós, Sr. Carmona y gracias por hacer un último esfuerzo y sacarnos de nuestros errores: es capaz de hacer algo coherente.
Cuidaros.
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