Saludos.
Hoy, el Supremo ha tumbado el recurso sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Parecía lógico.
Alegan los recurrentes que son los padres los que tienen que inculcar los valores (sus valores) en los niños. Hasta ahí de acuerdo. Sin embargo, parece ingenuo pensar que "solo" los padres inculcan valores en los niños. Hoy y cada día más, los niños reciben influencias desde muchos y diversos ámbitos y no solo de la familia. La televisión, internet, la publicidad, el cine, la música... Todos juntos y por separado, siembran ideas que se suman a las que reciben desde sus progenitores.
Además, dejar en esos progenitores la tarea en "exclusiva", puede que no sea tan acertado como parece. No existe una escuela de padres; no existe un modelo óptimo; no existen unas pautas reconocidas que orienten a los padres en tal o cual sentido y las que existen (las religiosas), son, especialmente éstas, castrantes, negativas e inadecuadas por sí solas en el momento en que nieguan cualquier otra, rechazan actitudes o formas de entender la religiosidad fuera de su modelo. Incluso de la ausencia de creencias religiosas.
Hay familias perfectamente capaces de formar mentes abiertas, tolerantes y dinámicas y justo lo contrario. Hay maestros que ven cómo sus esfuerzos de horas y horas lectivas se destruyen rápidamente por unos padres escasos de interés, formación o de ideas dudosas y obsoletas...
Tampoco hay que defender la asignatura como utópica porque no lo es. En modo alguno. Tiene carencias notables y excesos en ciertos campos porque educar para la ciudanía no es, solo, aprenderse la Constitución y aplicarla en la vida cotidiana. Hay otros principios que no se recogen, aspiraciones apenas señaladas e ideales que se quedan en lo anecdótico.
La Constitución, sin ser perfecta, es una norma de comportamiento. Frente a la ausencia de normas, esta vale de momento. Ocurre, sin embargo, que si se aplica con rigor, con sentido amplio y si se explican con seriedad los pricipios que recoge, éste país debería cambiar muchísimo y puede que no interese a muchos. Y por si eso no fuera suficiente, está escrita con un modelo esotérico que no llega a todo el mundo.
No recoge el principio de Libertad individual porque la supedita a la colectiva. Tal vez si los estados (esos gigantes manejados por enanos), se dedicaran a preservar las libertades individuales, no fuese necesario hablar de las colectivas. Quizás siguen sin definirse las líneas que las separan, donde empiezan unas y terminan las otras.
Los estados tampoco aplican todo el rigor necesario a la Educación. Hay vicios ocultos en las actitudes de nuestros dirigentes (por mucho que se pretendan de izquierdas, progresistas o librepensadores) que les impiden crear un sistema educativo que produzca individuos cultos, libres y humanos porque, debe ser, eso les hará supérfluos. Una sociedad compuesta de individuos con ésas carácterísticas, no toleraría un poder injerente. No sería necesario.
Pero todo esto que enfrenta a la sociedad, supuestamente, es solo un arma política más. Tanto los que defienden como los que atacan a la asignatura, saben que el fondo es otro, que no se pueden seguir aplicando modelos decimonónicos porque el mundo actual es otro.
Esta polémica solo me recuerda a Miguel de Unamuno y su famoso: "que invente ellos".
Y me maravilla que en 2009 (dos mil nueve de nuestra era), se siga discutiendo si los niños españoles deben ser educados y formados bajo una visión totalitaria, religiosa, adocenante y obediente (para obedecerlos a ellos) o, por el contrario, se hagan tímidos esfuerzos por producir generaciones más libres.
Cuidaros.
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