Saludos.
Está bien escrito porque no me refiero al último, por ahora, fichaje del Sevilla. Hablo de aquel gol antológico de 1916 (Spencer tenía que ser ¿verdad D. Antonio?) y la coincidencia en el tiempo ya que a 2037 kilómetros, en Zúrich, nacía el dadaísmo.
Aquel movimiento cultural revolucionario, distinto, arrasador, subversivo y dinamitero surgió, precisamente, en el Café Voltaire. Recordad que éste gabacho decía (entre otras cosas magníficas) que aunque no estuviera en absoluto de acuerdo contigo, pelearía para defender tu derecho a discrepar si alguien trataba de impedírtelo (más o menos). Puede que sea, a botepronto, una de las mejores declaraciones que haya podido leer jamás porque quizás contenga la esencia misma de la pluralidad, del respeto y del compromiso expreso, real y sincero por la tolerancia.
También contiene otra declaración fundamental: tenemos todo el derecho (y la obligación) a ser nosotros mismos, diferentes y únicos y a manifestarlo. Por ello mismo, merecedores de la defensa, el apoyo y el aliento de los demás.
Para nuestra desgracia y a pesar de la ingente cantidad de libre pensadores (que son justo lo opuesto al pensamiento por encargo) que pueblan nuestra historia (modelos en cualquier sentido o justo lo contrario, a gusto del consumidor), las dictaduras siguen campeando en todos los órdenes de nuestras vidas y de nuestras sociedades.
Y del fútbol, por supuesto.
Las dictaduras modernas en nada tienen que ver (en forma y fondo), con las que establecieran, por ejemplo, Cincinato o Sila. Aquellas dictaduras o formas de gobierno circunstanciales y con un sentido exacto de su cometido, tuvieron su significado entonces (y no me atrevo a juzgar porque no las viví) aunque luego las pervirtieran los propios artífices cuando se sintieron (o les susurraron) que eran los ombligos del mundo, los semidioses, los elegidos. Los únicos.
En la historia reciente, las dictaduras significan la imposición por la fuerza de una sola forma de pensar. Del pensamiento único y del único pensamiento. Sin embargo, tienen en común que en llegados a ése estadio, todos los dictadores acaban imbuidos solo de sí mismos. Como Cincinato y Sila.
El dadaísmo, por contra, significó una espita por donde soltar el aire constreñido de la sociedad burguesa, acartonada, opaca y petulante. Un vendaval de verdades dolorosas (a veces brutalmente dolorosas), que hizo temblar no pocas conciencias. Eran las conciencias conservadoras de las formas y de los fondos. Y un ejercicio de libertad como pocos otros en la historia.
Lenguaje procaz, informe, desafiante… capaz de sacar colores en las faces de cerámica de los que gobernaban desde siempre.
La sociedad, sin embargo, tuvo la grandeza (y el defecto) de admitir el dadaísmo, incorporarlo, asimilarlo y sumarlo a su propio tesoro de conocimiento, con lo que lo desactivó como fuerza individual aunque lo sumara al colectivo.
Pero el poso quedó y entre las muchas capacidades sociales y culturales de las personas, la parte provocativa del dadaísmo es tan fundamental como cualquier otra forma de pensamiento. El compost final lleva, inevitablemente, un buen porcentaje de ésas ideas y talantes.
Llegamos, entonces, al punto en que hemos de saber distinguir ésos orígenes de nuestro acervo. De ser capaces de pensar (porque lo somos aunque pretendamos saltarnos ése paso), que debe y tiene que haber cabida para todo, para todos y para todas las maneras de vivir y de sentir de cada uno.
Sencillamente porque el que no piensa igual tiene, necesariamente, el mismo derecho a ser que yo. Y a pensar de la forma que él elija.
¿De verdad pretendemos que todos los demás piensen como uno mismo?
Me temo que no le hemos dedicado a ello ni cinco minutos de análisis, de reflexión.
¿Os imagináis un mundo donde no existiera la discrepancia, donde todos vistieran iguales, donde todos pensaran los mismo, donde solo gustasen ciertas películas, determinadas músicas o autores de libros?
Vamos un poco más allá y démosle otros cinco minutos a valorar que, por ejemplo, siempre ganara nuestro Equipo. ¿Os lo imagináis? ¿Qué tendría de emocionante saber que juegue como juegue, saque a quien saque y se llame como se llame el otro, ganaremos?
Tremendo.
Muertos, vegetales, fin de la emoción, de la incertidumbre. Adiós Kundera y su levedad del ser (léanlo, por favor).
Nuestra fuerza, la de los humanos, radica en que a pesar de Hawking, no podemos recordar el futuro y ello nos dota de ése principio de incertidumbre necesario para poder sentir las emociones, placeres, dolores, alegrías y penas que nacen en el desconocido futuro y se anclan es el pasado. Para lo bueno y para lo malo.
Y aspirar a destrozar ésa inseguridad en lo que viene es, además de imposible, una afrenta al raciocinio más elemental. Solo manifestarlo ya apesta y da miedo.
Nuestra fuerza, posiblemente, es nuestra debilidad, sentirnos inermes y provisionales.
A pesar de los pensamientos absolutistas, el mundo es distinto y aunque haya tantos que lo pretendan (ni siquiera los más feroces dictadores lo consiguieron nunca), hay tantos caminos como personas y todos tan respetables como el mío mismo. Aunque no estemos de acuerdo con algunos de ellos.
Además, nadie puede hurtarnos el derecho a divergir. Nadie.
Volvamos a lo de antes y dediquemos cinco minutos a imaginar que todos los demás son como uno mismo.
Creo que sobran cuatro de ellos.
Cuando el demonio se aburre, mata moscas con el rabo, que se le dice a los niños y nadie, hasta ahora, les ha explicado bien lo que significa. Yo no lo haré porque presumo que no me leen ésos inocentes.
Cuidaros.
5 comentarios:
M A G I S T R A L
Genial.
Cuantos dictadores no han intentado "convencer" de que la verdad suprema.
Cuantos no ardieron de la hoguera.
Cierto es que ciertos planteamientos deberían ser delictivos, por más que viva la libertad de expresión, pero acallarlos por la fuerza a veces los acrecenta y hay que rebatirlos argumentalmente. Reeducando, que es lo que siempre hace con nosotros este blog.
Un abrazo.
Dios libre a la Humanidad de que todos sus integrantes sean exactamente iguales a mí.
¡Qué aburrimiento!
Que todo el mundo contestase que sí a lo que los demás dijeran. Siempre.
"¡Discrepe, por favor!", acabarían clamando muchos de los que hoy no aceptan la discrepancia.
Igual esa podría ser una buena táctica. Decirles siempre y a todo que sí, como a los locos, hasta que se harten y comprendan que una de las mejores cosas que tiene la capacidad de utilizar un lenguaje es que permite conversar e intercambiar opiniones e impresiones.
Una vez más, gracias por hacernos pensar. Y permitírnoslo.
Un saludo
!! Mamma mía !!
Viernes, víspera de derbi y me has obligado a entrar en el dadaismo y aunque no era ajeno al movimiento he "balbuceado" en él.
Y Tristán Szara me ha abierto sus
"nuevos horizontes".
Intentaron romper esquemas y a fe que lo consiguieron.
Pero las dictaduras siguen funcionando dentro de las democracias. !Qué contrasentido!
Cordialidad para Vd. y buen derbi
Saludos.
Papi, gracias.
D. Tántalo no terminé el Magisterio.
D. Ravesen, es lo mismo que yo digo: ¡qué horror de un mundo atestado de algarivos! ¡Puaf!
D. Marcu, lo dudo. Si usted "balbuceaba" el dadaísmo, yo soy torero.
Gracias a todos y mañana... que el mejor Sevilla.
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