Saludos.
Mi madre, la que me legó los genes sevillistas (vía intravenosa, congénita y solidaria), solo pudo acudir al Sánchez-Pizjuan una temporada. Eran tiempos difíciles, familia muy, muy numerosa y gastos sin fin para mantenernos vivos y medianamente presentables. Solo eso.
Era, por tanto, imposible distraer o engañar a la carga pecuniaria en dispendios tales que el fútbol, como sucede hoy y sucederá siempre.
Así, ése año le pagamos el carné entre varios hermanos y aquellos días ella fue feliz. Pero lo llevaba tan dentro, lo pasaba tan mal (eran los tiempos de la mediocridad, del ascensor, de los “otro año iguá”) que salía de los partidos al borde del infarto. A tal punto que tomamos la decisión de no volver a comprarle el abono porque el riesgo de perderla era más que cierto.
Curiosamente, mi madre había nacido en el bonito pueblo de Dúrcal, Granada, aunque se viniera a Sevilla con meses de vida. Nunca reconoció su origen y se declaraba, incluso con malos modos, sevillana a todos los efectos. Y sevillista.
Solo mentarle al otro equipo la ponía enferma. Era, como tantos, pro y anti en igual medida.
Aquella temporada del 75/76, el Granada bajó a segunda (para no regresar hasta la que jugamos ahora). Habíamos ganado en casa 1-0 y a la vuelta, en Los Cármenes, lograron empatarnos.
Mi madre escuchaba la retransmisión radiofónica de la S.E.R. a intervalos. Según atacábamos, “empujaba” a los nuestros con gestos y monosílabos. Pero cuando era al contrario, la apagaba o se alejaba por el pasillo de casa para no escucharlo. Era un espectáculo verla deambular con sus monólogos íntimos en voz alta.
Terminado aquel segundo partido, le escuché la terrible maldición:
“¡Así os vayáis a segunda para toda la vida!”
Y así fue.
Pero para toda la suya, por cierto.
Mi madre falleció hace unos años y logró mantener su juramento porque ya nunca volvió a ver al Granada en primera. Ahora, en el Tercer Anillo, junto a mi hermano mayor y mi padre (que dudo que no esté sentado a su lado a pesar de que jamás le gustó el fútbol, leyendo algo o haciendo crucigramas mientras los otros dos cantan los himnos de los Biris y los goles), volverá a ver al Equipo de su tierra (a pesar de todo), en el Sánchez-Pizjuan y frente a SU Equipo..
Estoy convencido de que desde allí, desde el Tercer Anillo, las perspectiva es diferente y le habrá perdonado al Granada su afrenta contra los nuestros. Mañana, por tanto, pondrá otra cara cuando los vea saltar al campo.
Ya no es igual. Desde aquellos años, las distancias se han hecho siderales y el Granada aún tendrá que superarse mucho para hacerle sombra al Grande de Andalucía.
Y mi madre, allá arriba, lo verá feliz. Y se alegrará mañana si le hacemos el cumplido de dedicarle una victoria.
Cuidaros.