Saludos.
Desde que el deporte fútbol se constituyera en objeto de tensión y pasión para los espectadores, es decir, desde su inicio y mucho antes de que la práctica generalizada acentuara la formación crítica del que mira –porque conociendo las reglas, los esfuerzos y las dificultades, te dotas de mayor capacidad de juzgar-, la función espectáculo tuvo la virtud de llenar de fervientes seguidores los campos, estadios y recintos de todo tipo y tamaño.
El fútbol genera, pues, una atracción estética indudable porque, y sin que su o sus creadores lo pretendieran especialmente, había mucho de lucha ancestral en su esencia. El refinamiento social, sin embargo, lo dota de condicionantes artísticos que lo convierten en sucedáneo hermoso de las guerras tribales. No hay sangre, generalmente, pero los triunfos de la batalla son equivalentes.
La condición de amateurismo termina pronto ya que los afanes por imponerse a los contrarios exigen que los gladiadores sean expertos, hábiles, rápidos y fiables. Y el dinero permite incorporar los elementos que, teóricamente, te garanticen los mejores resultados o incrementen sensiblemente las posibilidades de vencer.
Las reglas del fútbol son idénticas para todos. Sin embargo, cada conjunto las interpreta en función de sus capacidades, su formación, su escuela y las estrategias que designen los que dirigen ésos equipos.
Los elementos que se incorporan proceden de dos fuentes: la propia, la cantera, donde se instalan desde niños y son formados física y mentalmente como integrantes absolutos e identificados con los colores, y la externa, de donde se extraen aquellos que suplen las carencias de las fuentes propias o mejoran sustancialmente ésa escasez de recursos.
Organizados, pues, al estilo militar –recordemos que estamos trasladando los impulsos ancestrales a un campo de juego-, se designa a una persona, supuestamente experta en estrategias –carnet de entrenador conseguido, suponemos, superando estudios y pruebas suficientes-, para que organice éste ejército.
Debe organizarlo, ciertamente, en todas sus facetas, en todas las que conciernen a la estructura del equipo: desde los chiquitos de la cantera hasta los profesionales expertos del primer conjunto. El general/entrenador de éste ejército debe proyectar sus campañas de dos formas:
La inmediata, la que esté en curso y sobre la que se le exigirán los mejores resultados y la futura, planificando, extrayendo nuevos valores, descartando otros…
Todo entrenador medianamente bien formado seguirá las mismas pautas. No obstante es un cargo temporal, muy condicionado por los resultados e infinitamente más corto, generalmente, que los de los jugadores.
También, cuando ésos resultados no acompañan, es más económico para el Club cambiar de entrenador que despedir a varios jugadores. A veces, también es visible el malestar de los jugadores con el modelo, o las formas, del entrenador y ello se trasluce en la actitud en el campo.
Serían como los generales que se destituían por perder batallas y solo en casos extremos –cobardía ante el enemigo- se diezmaba a la tropa.
La pasión por el fútbol tiene mucho de ancestral en sus formas y en su fondo, como señalaba al principio. Han cambiado las maneras externas, pero los sentimientos de los seguidores siguen siendo tan viscerales como lo fueran en otros tiempos y dirigidos hacia el “enemigo”. Antes se conseguían botines saqueando las ciudades de los vencidos y hoy se atesoran méritos, trofeos y dinero. El dinero que permitirá fortalecer las estructuras y adquirir nuevos valores de más calidad y por tanto, más caros.
Pretendemos ganar siempre y de las formas que sean. Y en ésas formas, se incluyen la injusticia, la trampa, el dolor, el daño y el ridículo. Todo es bueno para humillar al otro y como sentencia el dicho popular “en el amor y en la guerra, todo vale”. Todo vale para derrotar a los ejércitos invasores. O para invadirlos en sus feudos.
Y como son sentimientos tan parciales y subjetivos, perdonaremos todas nuestras faltas y reclamaremos, por el contrario y de la manera más estruendosa, cualquier desliz del otro. Nuestros filtros propios, para nosotros mismos, son amplios y estrechos, muy estrechos, para los demás.
La situación puede llegar al delirio si la victoria se ejerce sobre un contrario cercano, de la misma ciudad. En Sevilla, la pasión entre los dos clubes –hay muchos más ejemplos por el mundo-, es ancestral, profunda e irreconciliable. Llega al extremo de tener que ser “anti” el otro como requisito fundamental para ejercer de buen “pro”. Porque decir “yo no soy anti…” parece un poco forzado, casi increíble.
Ésa pasión solo admite un color y el otro debe, si fuese posible, desaparecer. Llega al extremo de falsificar las historias, los méritos y las consecuciones del otro para “apoyar” la propia. Especialmente si uno de los dos es más importante, más grande o alberga mejores crónicas cuando el menos destacado pretende, a falta de logros propios, minimizar, ridiculizar o minusvalorar los del otro.
Por extensión, nos declaramos contra el resto de equipos que conforman la Liga. Hay, sin embargo, unos que nos caen mejor y otros a los que no podemos ni ver.
Es curioso que sin tener estadísticas fiables, suelo detectar más sevillistas que rechazan todo lo relacionado con los equipos de Madrid y, por el contrario, aceptan de buen grado las victorias de los de Barcelona.
Y entre los aficionados béticos el caso es inverso pues siempre he encontrado más seguidores del Madrid como segunda opción.
También la cercanía a la ciudad origen puede ser determinante. En Andalucía, las relaciones entre aficionados de todos los clubes suelen ser malas y no sirve que pongamos siempre como ejemplo la demostrada solidaridad de los equipos vascos.
Hay aficiones “hermanadas” –porque históricamente las relaciones han sido superiores a lo meramente deportivo- y otras que se “odian” total y definitivamente. Y los ejemplos valen en casi todas las ciudades y comunidades con dos o más equipos de la máxima categoría.
Pero los equipos, los ejércitos, se organizan siempre –con variantes, lógicamente-, de manera que observamos tres líneas bien definidas:
La defensiva, que debe garantizar que el contrario no marque.
La creativa y de contención.
La realizadora.
Cuidaros.
1 comentario:
a sus ordenes general,hoy la clase ha sido muy militar y castrense,si es lo que yo digo,estos dias a mi me ha faltado algo,ya vuelvo a tenerlo,un abrazo crack.
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