Saludos.
A pesar del profundo ejercicio de abstracción que hacemos cada verano, de que intentemos luchar contra viento y marea y de que aseguremos que solo nos interesan los detalles de los nuestros, es impensable que no estemos al tanto de las novedades que se producen en los demás equipos de La Liga. Especialmente de dos.
Desde que tengo memoria, el equipo del régimen –y el otro- ha estado fichando a las perlas del fútbol mundial porque siempre ha contado con fuentes de financiación convenientes y generosas, apoyo mediático incondicional, soporte federativo sin límites -incluido el estamento tirilla- y una caterva de políticos y famosos en su palco. Por ello, su almacén de títulos es mareante.
Si nos paramos a pensarlo un momento, descubrimos que son méritos relativos. Tener a los mejores no te garantiza el éxito pero casi. Poseer a las superestrellas es sinónimo, normalmente, de logros de máximos objetivos y si bien es cierto que no siempre se alcanzan, raramente no tendrás un gran segundo premio.
Pero desde cualquier punto de vista racional –y que no sea la lógica ambición de todo aficionado para que su equipo lo gane todo-, contar con los elementos más idóneos, mejores preparados y con las capacidades más sobresalientes frente a otros muchísimos en claras condiciones de inferioridad, debe quitarle valor a tus triunfos.
No es lo mismo ganar treinta partidos frente a clubes cuyos presupuestos apenas son el diez o quince por ciento del tuyo, que hacerlo a otros de similares características. No es lo mismo.
Los equipos gigantes, cuando fichan a la estrella de turno, cumplen dos objetivos. A saber: se llevan al mejor dotado para reforzarse y debilitan al otro.
Nosotros sabemos mucho de eso.
Así, acumular estrellas para que devoren a once chavales cuyos salarios, juntos, no alcanzan al menos agraciado del poderoso, se me antoja un triste mérito y no puedo evitar asociarlo a aquello de los tanques y las piedras, a la Intifada.
Tal vez toda ésa historia de éxitos, de triunfos, de títulos y de grandeza, con enemigos de tu tamaño, hubiera sido, estoy convencido, bastante más corta, menos espectacular porque no hay valor en meter en el ring a un peso pesado contra un mosca. No lo hay lo maquillen como lo quieran maquillar.
Pero el fútbol, como la economía de mercado, no entiende de otros valores que los que proporcionan los millones de euros. Y como en la economía de mercado, hay unas cuantas multinacionales que acaparan esos mercados y devoran nombres con tanta facilidad como los destruyen. Además, no se paran en barras si las cosas no les salen como tienen previsto usando, si es necesario, métodos más propios de la imaginación de Mario Puzo que cualquier idea de nobleza que queramos pensar, porque no hay nobleza en la victoria sobre un enemigo mermado, disminuido y con armas muy inferiores a las tuyas.
Cuando vemos miles y miles de seguidores defendiendo a un equipo que maneja los presupuestos de los dos gigantes, cabría preguntarles si aceptarían que todos los que componen la Liga tuvieran un techo máximo de gastos, si aceptarían limitar la capacidad de adquirir estrellas, de igualarnos para que las victorias y los títulos que con tanto ardor celebran, tuvieran el valor real de conseguirlos en buena lid, en condiciones honestas y recíprocas.
Y por supuesto, con organismos federativos independientes, formados y preparados para ser efectivos, justos y equitativos.
Y medios de comunicación que traten las noticias con profesionalidad, imparcialidad y objetividad…
Y entonces me desperté.
Cuidaros.
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