domingo, 15 de febrero de 2009

COSAS QUE PASAN

Saludos.

Uno procura mantenerse al tanto de lo que ocurre a tu alrededor y un poco más lejos y leer, escuchar y ver cuanta noticia nos sirven las agencias.

Es verdad que no hay medio imparcial conocido, pero de la lectura, por ejemplo, de varios periódicos de distintas editoriales, puedes llegar a acercarte al hecho contado con más certeza.

Un caso de rabiosa actualidad es la trama de corruptelas que trata de esclarecer el Juez Garzón. Todo indica que hay elementos, profundamente incrustados en el PP, que tenían montada una auténtica red de recaudación de dineros sin importar los medios, la procedencia o los escrúpulos, como en casi todas partes.

Pero lo llamativo del caso (y es OTRO caso), es el contraataque de los peperos y insistencia en que "Garzón y el Ministro fueron juntos de cacería". Y más todavía, los calificativos de todos, TODOS, los representantes políticos, sin importar la procedencia ideológica, en que no debió producirse tal encuentro, de la inconveniencia del acto social de una montería en que participaban ambos elementos dado el momento político/judicial.

Nadie, hasta ahora, refiere el hecho cierto de que son DELINCUENTES y que la capacidad de juzgar de un juez (teróricamente), debería estar por encima de siglas. El Juez Garzón instruye un sumario contra una trama delictiva y quiero pensar (con una generosidad sin límites), que será justo e imparcial, que no pedirá filiación política a ninguno de los encauzados y que aplicará todo el rigor de la ley sin fijarse en la procedencia de los imputados.

Quiero pensarlo.

Decir que se junta con el Ministro del ramo, en pleno proceso, es como decirle que se deja contaminar, que sus decisiones son políticas antes que judiciales y que es reo de parcialidad.

Así se manifiestan para defender un DELITO porque, cuando tocan a los nuestros, no importa el fondo y todos salimos juntos a defenderlos. Sean o no culpables, son nuestros y merece nuestro apoyo incondicional.

Somos así.

Y ocurre igual con el Consejo General del Poder Judicial, dividido en tendencias, con lo que dependiendo de qué grupo ocupe la mayoría, saldrán una leyes o saldrán otras.

O los árbitros de fútbol que, dependiendo del Colegio al que pertenezcan, no pueden arbitrar a los equipos de su ciudad, es decir, no serás justo porque presuponemos que pitarás a favor de los tuyos.

Culpables hasta que se demuestre lo contrario, diga lo que diga la Constitución.

Y nos piden ,a los ciudadanos, que confiemos en la justicia.

También leo, asombrado, a la explosión de rabia de la ciudadanía respecto del más que probable hecho del asesinato de Marta del Castillo.

Independientemente de las sensaciones que nos produzca, de ésa rabia que nos embarga y los deseos naturales de venganza que albergamos, deberíamos ser un poquito más comedidos y no dejarnos llevar por la sinrazón.

Leo en muchos sitios que se pide, sin pudor, la pena de muerte para el asesino y me pregunto, otra vez, si legalizar la pena de muerte evitará que se reproduzcan sucesos tales.

Me pregunto si habrá una lista de personas, las que piden ésa legalización, que se ofrezcan voluntarios a apretar el gatillo, a roscar el tornillo del garrote, a inyectar la dosis letal del ajusticiamiento o a levantar los contactos eléctricos que achicharren al infeliz. ¿O solo lo piden para que lo hagan OTROS?

Y me pregunto, si le legalizara la pena de muerte, en qué diferencia habría entre el asesino de Marta y el verdugo. El primero, el salvaje, lo hará porque algo no funciona bien en su azotea. El segundo, el verdugo, lo hará fríamente, consciente de lo que hace y en pleno dominio de su intelecto.

La diferencia será, entonces, un papel. Un papel que dice: tú no puedes matar porque no tienes papel y tú sí porque hay un papel que te lo permite.

Un papel firmado, supongo, por el rey.

Y dado el nivel de paro, una larga lista de candidatos esperando ocupar los puestos de verdugos.

Primero vinieron a por los judíos
y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los comunistas
y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los sindicalistas
y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos
y no dije nada porque yo no era católico.
Luego vinieron a por mí
y ya no había que quedar para decir nada por mí.

(Bertolt Brecht).

Cuidaros.

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