LA NATURALIDAD DE PEPE ISBERT
Por el “best-boy” del Voladizo.
La discusión se acaloraba por momentos y como en las modernas técnicas de marketing, una tormenta de ideas se vertía sobre la mesa de la reunión. Buscaban la mejor propuesta posible para dar una acogida deslumbrante a los ilustres visitantes que estaban al caer. De pronto, uno de los poderes fácticos del pueblo (creo que era el boticario) perdonando la vida a sus contertulios y seguro de haber encontrado la madre de todas las soluciones al problema, levantó la ceja y con mirada de suficiencia y voz engominada espetó;
- Se han olvidado de la fuente del pueblo, de la visualidad de la fuente. Con un surtidor hidrométrico y con bombillas de doble filamento lumínico que gracias a la refracción bisolar y el doble efecto del arco lumínico sobre los cuerpos no transparentes, unas veces el chorrito saldrá azul, otras verde y otras colorado.
A lo que el alcalde, nuestro personaje, rápido y sagaz como él solo contestó;
-Pero se ha olvidado que los americanos vendrán de día, por lo que el chorrito ese epiléptico no se verá...
Genial.
Vale que el guión era de Berlanga y Bardem (el bueno, no el cara ladrillo) y con la supervisión de Mihura, pero sin la singular voz, la pronunciación y el gesto de nuestro actor, el prodigio nunca se hubiese conseguido. O al menos, no habría sido lo mismo.
Dicen que debutó en el teatro en 1905 –más o menos-.
En 1912 asesina a Canalejas (no, el de Puerto Real no, hablo del Presidente) con unos pocos de tiros, sin decir ni mu. Recuerden, eran tiempos del cine mudo. Canalejas yacía en el suelo y tampoco dijo mu, en este caso porque estaba muerto.
Pero lo suyo era hablar, por eso no le interesó el cine mudo, si bien sus dotes teatrales (cómicas y melodramáticas) le hubiesen hecho todo un triunfador de haber estado en el Hollywood de los años veinte. Le gustaba comunicarse con el verbo, acompañando a su típica voz Y una gesticulación en la que veces sobraban las palabras.
De mirada tierna, a veces picarona, y siempre entrañable, no le privó de hacer de “Verdugo” con un magistral guión de Azcona.
De asesino de Canalejas a verdugo oficial de la dictadura, qué cosas.
En la década de los treinta ya se lanzó al sonoro, pero su éxito llego a partir de 1950 con películas como “Bienvenido, Mr. Marshall” (1953), “Calabuch” (1956), “Los Jueves, milagro” (1957) y “El verdugo” (1963), películas dirigidas por Berlanga, junto a “El cochecito” (1963) de Ferreri, algunos de los mejores títulos jamás filmados en la historia del cine español.
Actuó como ladrón honrado, y en “Historias de la radio” (1955) bordó un momento sublime cuando protagonizó el papel de un científico que, disfrazado de esquimal para ganar un concurso radiofónico, nos hizo llorar a todos al resaltar lo duro que era la investigación y el desarrollo cultural en un país como España.
La ternura, la esencia de lo entrañable, la transmisión de sentimientos, la pena, la tristeza, el patetismo, el humor, y hasta la socarronería se mezclaban en sus interpretaciones, pero por encima de todo poseía una magia que pocos pueden alcanzar en el celuloide; el don de la naturalidad. Ese especial halo que rodea a los virtuosos de ese don. Ser natural. Cosa nada fácil cuando se interpreta un papel. Hacer creíble al personaje. Fundirse con él hasta no reconocer donde acaba la persona y comienza el actor.
Esa fue su clave; la naturalidad.
Ver actuar a Pepe Isbert era como grabar con cámara oculta al señor que cada mañana espera contigo el autobús, o contemplar tras una mesa al aletargado funcionario de una Delegación de la Junta. La sencillez innata, la parsimonia de lo cotidiano. Así de simple…y así de complicado.
Ahora que corren tiempos donde todo se clasifica y enumera podríamos decir que fue uno de los mejores actores españoles de todos los tiempos.
Llegó a compartir reparto con el gran Marcelo Campanal en “Once pares de botas”.
Para terminar, qué mejor que recordar sus palabras, en la escena del sueño, en “Bienvenido, Mr. Marshall” la noche antes de la llegada de los americanos al pueblo; de “sheriff” entrando en el “saloon” y diciendo más o menos;
-Guachu werear guchi khouchigui gueari guea gunchuiguiar wea…
Después ya saben; los yanquis pasaron de largo y las banderitas americanas (de los estados juntitos) sobre los charcos del suelo.
Eso pasa por no saber inglés, entrañable Pepe Isbert.
Cuidaros.
P.D. Y subimos otro escalón. Gracias D. Antonio. Es, sencillamente, genial.
4 comentarios:
Mecachis, otra vez se me ha escapado el niño de los mandaos (best boy).
Sr. Ariza seguro que querra cobrarle.
Ni un duro, que to es pa vicio.
Fantástico. Delicioso. Genial. Nivelazo de los Guardianes del ... celuloide.
El cine español no lo controlo mucho, pero ese cowboy parece sacado de una peli de Ford o de Hawks. Ni en sueños. Felicidades al autor y al señor Algarivo, por esta iniciativa. Verdaderamente es un "selecto" ambigú.
Saludos.
D. Antonio, el chico se lo ha ganado y estoy dispuesto a ser generoso.
D. AyeryHoy, tómese la parte que le corresponde de todo eso que dice. Es suyo y de la Sra. Peabody.
Gracias y cuidaros.
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