Por José Enrique Vidal.
No hace mucho, viendo las noticias en televisión mientras desayunaba (que yo soy de los que desayuna en casa con la familia antes de ir al trabajo), contemplaba con envidia unas entrevistas realizadas a aficionados del FC Barcelona sobre el posible fichaje de Fábregas, en pleno museo barcelonista: unas instalaciones inmensas, cómodas, resplandecientes, diría incluso que lujosas, completamente abarrotadas de público.
Ciertamente los catalanes lo llevan ganando casi todo en los últimos tiempos, y eso favorece sin duda la afluencia del personal. Sabemos además que los culés tienen mucho “aficionado cateto” (que nadie se ofenda por la expresión), de esos que cuando pasa por la ciudad condal acude allí a hacerse fotos igual que el guiri que viene a Sevilla a fotografiarse con la Giralda, o yo mismo cuando viajo por el extranjero, sin ir más lejos, delante de cualquier estatua típica o lugar pintoresco.
Posiblemente para el Sevilla F.C. nunca podamos aspirar a un Museo como el del F.C. Barcelona, ya lo sé, pero sí que es legítimo aspirar a un Museo digno de nuestra Historia y también rentable.
Lo primero, la dignidad de nuestro Museo, no tiene excusas.
Lo tiene el Club hecho, al alcance de su mano, basta con darle la oportunidad de aportar sus conocimientos a los Guardianes de la Memoria o a cualquier otro sevillista capacitado para ello, que haberlos haylos, y cada día, más.
No se debería permitir, y por ello, es indigno y de Tercera División, que hoy tengamos en el acceso al antepalco una vitrina dedicada a la Copa de España de 1935 y otra dedicada a la Copa de 1939, adornada la primera con documentos y fotos de la final de 1939, y la segunda, lo mismo pero de 1935. Están confundidas las finales; las fotografías y recuerdos están mezclados. El que puso así las vitrinas, sin duda cualquier bienintencionado empleado, simplemente no tenía ni pajolera idea de lo que estaba haciendo. Lógico.
Pero no es tan complicado evitar esto. Y además es gratis.
Los investigadores sevillistas ya han demostrado con creces su voluntad de colaborar desinteresadamente en tareas como ésta, si de verdad desde el Club se quieren cuidar los detalles. Hablamos de personas a los que sólo une con el Club un lazo accionarial y/o de abonado, amén del vínculo sentimental, y que sacan su tiempo de donde no lo tienen para servir a la institución en esta pequeña parcela.
El segundo objetivo del Museo, por imperativo del Señor Vizcaíno, que no del Presidente Del Nido, según declaraciones de ambos en las últimas ediciones de La Red Blanca y Roja y La Bombonera, respectivamente, debe ser la rentabilidad.
Pero, ¿cómo se mide la rentabilidad?
Para mis humildes entendederas, hay rentabilidades inmediatas, tangibles, puramente pecuniarias, pero también rentabilidad espiritual, de gozo, de imagen.
Dice el refrán, “no solo de pan vive el hombre”.
Parece mentira que hayamos olvidado eso de vender ILUSIÓN.
¿Es o no rentable sentir asombro, admiración, apabullamiento, visitando un Museo decente, que exponga el poderío del mejor Club andaluz de todos los tiempos?
¿No es rentable acaso que, en esa búsqueda de posicionamiento internacional de la que tanto se habla desde el departamento de Marketing, recibamos visitas de aficionados extranjeros, aunque sea sólo cuando se disputan partidos europeos, a un Museo que demuestre la verdadera categoría del Sevilla F.C.?
¿No es rentable, en definitiva, la imagen del Sevilla, su prestigio, sus valores?
¿Y qué mejor imagen que el Museo, tu casa, tu Historia, cuando como le sucede al Sevilla, se acumulan méritos sobrados para presumir de ellos?
Busquemos el razonamiento del absurdo.
¿Se entendería que la Macarena o el Gran Poder cambiasen su saya o su túnica por algo estrafalario para buscar más visitas a sus templos?
¿Sería comprensible que el Consejo y las hermandades decidiesen que ambas imágenes desfilasen, qué digo yo, el Sábado Santo, para atraer más turismo y que se generen muchos más ingresos en esta fecha?
¿Dónde está el límite entre lo intocable, lo sagrado, cueste lo que cueste, y lo negociable?
No creo que la conservación y disfrute de la camiseta internacional de Marcelo Campanal (que con tanta ilusión donó), la taquilla de Antonio Puerta, los títulos del siglo XX, Liga, Copas y Copas de Andalucía, los viejos carnés o los primeros estatutos de 1914, deban estar sujetos a un determinado rendimiento económico, ni postergados en un rincón secundario del Ramón Sánchez-Pizjuán, como si fuesen un estorbo.
La historia del Sevilla no empezó en el tercer milenio, ni en la era del triunvirato Del Nido-Cruz-Vizcaíno.
Y no sólo eso.
Aproveche el Museo, Sr. Vizcaíno, Míster Rentabilidad, aprovéchelo para transmitir también todos aquellos proyectos e iniciativas en las que el Sevilla actual, el suyo, se encuentra inmerso.
Aproveche usted para que el Museo muestre también al mundo la vertiente solidaria del Club, su Fundación, su colaboración con instituciones, el “Sácale partido al Cole”, el “Mundialito de la Inmigración” o la Escuela Antonio Puerta, el increíble historial de partidos benéficos que jalonan la historia sevillista, sus contribuciones desinteresadas, sus compromisos sociales, incluso su organigrama, sus estructuras, su Cantera.
TODO eso puede exponerse en el Museo, de manera que quien lo visite se quede prendado de la Historia y del Presente de nuestro Sevilla.
Si queremos explotar la marca Sevilla F.C., empecemos por el corazón que le da vida, su patrimonio, su pasado, su pedigrí, desde el mismo núcleo esencial del estadio de Nervión, con un Museo a la altura de la imagen que queremos proyectar al exterior.
Hagámoslo de manera que cualquier visitante se quede impresionado por la complejidad y por la GRANDEZA del Club, más allá de lo meramente deportivo.
Es otra nueva oportunidad para el “Nosotros a lo nuestro, y los demás que nos sigan copiando”, esa realidad que es la envidia de muchos.
Somos los líderes del fútbol andaluz, se nos llena la boca afirmándolo, pues ejerzamos de ello, fardando de Museo, presumiendo de Pasado, Presente y Futuro.
Hablar de un Museo en términos exclusivamente económicos, es cutre, basto y soez.
Es algo que, con todos los respetos, no puede esgrimirse como excusa para cargárselo o para inventarse un sucedáneo de tal estilo Hard Rock Café, en el que se mezclen documentos delicados, trofeos, banderines con más de un siglo de antigüedad con fritangas aceitosas y olores a podrido.
Menos aún cuando muchos de esos documentos fueron aportados por familiares y descendientes de personajes clave de nuestra Historia, para que fuesen expuestos con dignidad, no para hacer con ellos cartuchos de pescaíto frito. ¿Es que hay alguien medianamente razonable que tenga expuestos sus más preciados recuerdos familiares en la cocina de su casa?
Sepa usted, Señor Vizcaíno, que si persiste en su deseo de inmolar el Museo, no vamos a ponérselo fácil.
Como poco, patalearemos. Es lo que nos queda a los románticos.
Pero antes le lanzaremos nuestras ideas, sí, ideas para un Museo digno y rentable.
Aquí tiene algunas: una buena tienda para explotarlo, como cualquier otro museo de cualquier cariz en el mundo, una tienda que venda camisetas retro, reimpresiones de carteles históricos, maquetas del estadio, libros, fotografías, material multimedia, un paseo de la fama sevillista con losetas con el nombre de nuestras estrellas, sus huellas, etc.
Y tendrá más si quiere escucharlas, se lo aseguro.
Eso sí, urge inventariar, clasificar, documentar, incluso recuperar, todo el patrimonio del Club, tenerlo controlado y darle el espacio que se merece.
Y urge proporcionar un mínimo lugar de trabajo, sólo eso, a los investigadores para que puedan estudiar ese patrimonio, cuidarlo y sacarle partido, para avanzar en el conocimiento de nuestra Historia.
Confieso que duele especialmente que se esgrima la supuesta falta de rentabilidad del Museo como arma arrojadiza para eliminarlo (o para convertirlo en algo indigno, que es lo mismo) por parte precisamente del responsable de hacerlo rentable.
Tiene su punto de ironía, ¿verdad?
Se podría decir que nuestro Subdirector de Marketing ha fracasado, que es ÉL quien no ha conseguido que el Museo sea rentable, ¿consciente o inconscientemente?
Se podría decir que Míster Rentabilidad gana unos emolumentos nada despreciables, un muy buen salario, entre otras cosas, que se justificaría para que fuese capaz de sacarle rendimiento económico al Museo.
Pues ahí tiene el reto.
Porque puestos a hablar de rentabilidad económica, con datos fríos y objetivos, yo también podría preguntarme:
¿Y usted, señor Vizcaíno, es rentable?
¿En la ecuación entre lo que usted percibe y lo que aporta al Club, y lo que percibiría y aportaría al Sevilla cualquier otro responsable de marketing con la mitad de su sueldo, hay algún diferencial?
Seguramente sí.
Pues demuéstrelo con el Museo, porque vender camisetas de Kanouté también las vendo yo.
Y termino.
Lo hago con un desiderátum.
Espero que el Presidente Del Nido sea consecuente con sus palabras y que el Museo se mantenga y refuerce.
De lo contrario, creo que seríamos muchos los sevillistas decepcionados. Tremendamente decepcionados.
Aquí y en el tercer anillo.
Y no quiero ni acordarme de Agustín.
En la modesta opinión de este socio, accionista y enamorado de nuestro Club, no se puede justificar lo injustificable, no puede sacrificarse todo por “treinta talentos de plata”.
Seguro que el Sr. Vizcaíno acepta el desafío de que el Museo siga vivo, dignamente, gane dinero o al menos no lo pierda, que ya sería suficiente, y sobre todo, que ese Museo sea el estandarte que asombre y permita presumir de su grandeza al Sevilla ante la visita de propios y extraños.
Por un Museo digno y rentable.
Cuidaros.