Saludos.
“Histrión era el nombre que se daba en la comedia o tragedia grecolatinas al actor que representaba disfrazado. Los primeros histriones fueron simples danzantes que los ediles de Roma enviaron a buscar a Etruria hacia 363 a. C. Después, estos mismos pasaron a ser actores parlantes pero por su condición servil fueron mirados siempre como infames, por lo que no podían adquirir el derecho de ciudadanos romanos. Su nombre era y sigue siendo objeto de desprecio.
Si bien derivando del término clásico la palabra «histrión» sirvió para designar a cualquier artista disfrazado, con el tiempo derivó a designar a los actores teatrales en general, además de designar a las personas que en su vida cotidiana actúan con demasiada afectación.”
Como habrán comprobado, si es que son de esos descerebrados, con perdón, que tienen la insana costumbre de leer las chorradas que escribe éste perfecto energúmeno que soy yo (y que haberlos haylos aunque lo nieguen, desmientan o pretendan ignorar), gusto de señalar las fuentes, los orígenes, las etimologías y los conceptos de las palabrejas que mi Musa (ése bichito con alas que me acosa cuando menos lo espero), me susurra a la oreja.
Uno, que es viejo y no por ello sabio, ha visto demasiadas cosas como para sentirse seguro de su propio yo.
Uno, que tiene ya varias juventudes acumuladas sin saber exactamente qué hacer con ellas (ocupan mucho espacio en el trastero mental aunque no quisiera desprenderme de mi propia historia), ha sido testigo de un sinfín de hechos, actos, circunstancias, personas y gestos que, a la larga, contribuyen a tener ideas clarificadoras de los seres que pululan por los universos particulares y anejos casi tanto como de las de uno mismo.
Siempre, no lo duden, tras contemplar (con pesimismo y rayando la depresión), al ser propio que llevo dentro.
Los histriones modernos y muy al contrario que los de ésa máscara que muestro, tienen a su servicio una panoplia de posibilidades de actuación imposible de imaginar para los originales de tres siglos A.C.
Antes, entonces, solos unos pocos cientos o miles (dependiendo de la capacidad del teatro y descontando los palcos de autoridades) podían percatarse del caricato que oculto tras una máscara ejercía el papel más hilarante.
Hoy, por el contrario, un sinfín de medios de comunicación sociales te permiten mostrar todo tu arsenal de histrionismo para ¿goce y disfrute? de miles de espectadores. Miles. Y desde tu propia casa, sin necesidad de acudir al teatro.
De histriónico tenemos muchos sinónimos. A saber:
“cómico, comediante, actor, artista, payaso, bufón, fantoche, farsante, juglar, mimo, saltimbanqui, volatinero, titiritero, ventrílocuo, charlatán”.
Yo añadiría el de “bocazas”. Lo haría porque los que tenemos la peligrosa costumbre de hablar o escribir más de lo aconsejable, corremos el riesgo cierto de caer en contradicciones y sufrir la paradoja de desdecirnos y afirmar vehementemente justo lo contrario de lo que dijimos en su momento. Ayer mismo.
El famoso “ya te lo decía yo”, con mala memoria, suele ser flagrante antítesis de la incoherencia del narrador. Más aún, podemos, con la habilidad suficiente, rehacer un discurso sobre blanco para adaptarlo al negro… y seguir teniendo razón. Sobre todo si, llegado el caso, nadie osa señalarte el absurdo porque eres quien eres o por temor. También puede obviarse por compasión, por ironía o por lástima.
Pero como buenos histriones, hoy nos colocamos la máscara de la risa y mañana, porque las circunstancias, el guión o los acontecimientos así lo exigen, la del llanto. Sin complejos ni reproches ya que hoy todo puede ser bueno y mañana todo malo. Y la misma cosa nos sirve, vuelta del revés, para combatir el frío y el calor.
Otra cualidad del histrión es la afectación, la falta de naturalidad, la “pose”, la exageración de todo y con todo como norma de comunicación con los demás creyendo, erróneamente, que desde posiciones extremas permanentes tendrán más razón o incluso toda (fenómeno muy común, por cierto, entre los histriones), Y son afectados igual para blanco que para negro sobre todo si alguien, algunos o muchos (quizás idealizando y proyectando roles que ellos no pueden asumir por incapacidad o timidez), les aplauden, vitorean o animan porque se crecen en sí mismos tanto como sus propios egos lo permita Y algunos tienen egos descomunales.
Cansan, aburren, hastían… El mismo discurso continuado y repetido hasta la saciedad termina por ser y parecer patético.
Ocurre, como en tantas otras cosas que no quiero nombrar, que los últimos que se enteran son los propios histriones porque en su baile de máscaras, en su afán por mostrar sus disfraces, por representar papeles escritos por ellos mismos y para sí, nunca miran al público que abandona la sala.
Hasta que se quedan solos porque la obra, por cierto, era pésima desde el principio.
Cuidaros.
4 comentarios:
"Costumbre de hablar o escribir más de lo aconsejable". Pues a mí me parece que eres una de esas personas que sabe más por lo que calla, sin que ello signifique que no hables o escribas lo que quieras y cuando quieras, sin esconder nada.
Pues su obra es buena de principio a fin.
Seguro que algún histriónico lo lee y se ríe primero, y luego llora.
Perfecta tragicomedia, Sr. Algarivo.
Saludos.
D. Javier, recuerde que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuesros silencios.
D. Cornelio, ésa es la palabra: tragicomedia. O tragicómicos.
Gracias, amigos.
Cuidaros.
Hoy sí, compare, hoy sí.
C ordialidad para Vd.
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