jueves, 23 de marzo de 2017

VOLAR DEMASIADO ALTO

 

Saludos.

Isla de Creta, Grecia, en algún momento del pasado más remoto. El Rey Minos mantiene prisioneros en su isla a los atenienses Dédalo (insigne inventor y arquitecto, autor del conocidísimo Laberinto, entre otros importantes trabajos) y a su hijo Ícaro.

El monarca cretense, que diera nombre a una civilización propia, los acogió tras su forzado exilio ateniense y les encargó algunos trabajos. Sin embargo, descontento con el resultado del famoso Laberinto, los de Atenas perdieron el favor del rey y fueron puestos bajo custodia. Vigilaban los cretenses el mar para que no escaparan los cautivos. El ingenio agudo de Dédalo aceptó el reto y decidió recurrir a la vía aérea para solventar el problema y escapar. Construye alas con plumas y cera para sí y para su hijo y se lanzan a la fuga. Antes de partir, Dédalo advierte al joven Ícaro: “no subas demasiado alto, demasiado cerca del sol, porque el calor derretirá la cera y caerás”. No escuchó a su padre.

Otra versión menos romántica, más prosaica, dice que lo que en realidad inventó Dédalo fueron las velas para su barco (desconocidas hasta ése momento) con lo que pudo huir a gran velocidad de sus perseguidores remeros. Advirtió igualmente a su hijo que no navegara demasiado rápido ni cerca de la costa, que debía aprender a gobernar la nave primero. No escuchó a su padre.

¿Imaginan qué hizo Ícaro?

Nos ceñiremos a la primera versión (que es la que ha trascendido) porque es más imaginativa aunque parezca más plausible la segunda:

Padre e hijo volaron muchos estadios huyendo de Minos y alejándose de Creta. Tras planear por encima de numerosas islas hacia el occidente, Ícaro comenzó a ascender y ascender hasta que el calor del Sol, como predijo Dédalo, fue derritiendo la cera que unía las plumas de sus alas y… cayó al mar.

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Volara o navegara, Ícaro es una de las alegorías mitológica del desafío al poder de los dioses (recuerden la Torre de Babel, por ejemplo). Los humanos, traducido, que no se acerquen demasiado a las divinidades porque el poder que irradian puede resultar letal para los simples mortales.

¿Por qué me acuerdo ahora de aquella importante figura de la fantástica mitología griega?

Pues son las malditas asociaciones de ideas.

El Sevilla FC, desde hace ya más una década, se ha constituido en el Club europeo de mejor y mayor crecimiento en relación con los presupuestos que ha venido manejando en todo éste tiempo. A base de buen hacer, de optimizar recursos, de planificar, de dotarse de profesionales de élite, de coordinar perfectamente todos los estamentos y de estar potentemente respaldado por una afición sin igual, fiel, perseverante, explosiva, genial, incansable… que ha sabido llevar al Equipo en volandas (de entre tantas, me quedo con lo ocurrido en Basilea frente al Liverpool, algo que difícilmente podremos olvidar así que vivamos dos siglos) hasta colocarnos en primerísimo plano del fútbol continental y por ende, mundial.

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El Sevilla FC ha conquistado cinco títulos de la Europa League. Cinco en una década espectacular e inigualable, única.

“Y no está el Sevilla, así que eso es bueno”

“Sir Alex Ferguson believes Sevilla’s absence in Europa League boosts Manchester United’s chances”

Son parte de las declaraciones de Sir Alex Ferguson, venerado y admirado entrenador del Manchester United, de una importancia inusitada. Ésta figura mítica del fútbol inglés, con un arsenal de títulos a sus espaldas, se alegra tantísimo de que nuestro Equipo no compita éste año en ésa categoría.

¿Por qué se congratula sin reservas el bueno de Sir Alex? ¿Qué tiene el Sevilla FC para que un Club tan cargado de laureles, historia y presupuestos, considere que puede lograr con mayor facilidad la Europa League si no la disputa éste año nuestro Equipo?

Eran nuestros trofeos, nuestros mayores hitos jamás logrados y que refrendan brillantemente todo ése buen hacer que decía. Pero la Europa League es una etapa superada. Ahora, cuando competimos con los poderosos, ya salimos a luchar por el título mayor, por la Europa Champions League, por el premio gordo: la “orejona” de las élites absolutas. Y lo hacemos por derecho propio, ganando en el césped aunque como antes, necesitemos un aprendizaje, un rodaje, una adaptación a las nuevas normas.

El Sevilla FC reinventado cada año, no para de obtener triunfos, de ganar partidos, de doblegar a clubes netamente superiores en poderío económico… tutea a los ricos y riquísimos con desfachatez, sin importarnos que nos quintupliquen en las cuentas y sin considerar que el valor en canal de ésos jugadores a los que nos enfrentamos, nos debería dar vértigo. Vértigo porque miedo no nos dan.

Y la Liga.

Es la onda expansiva, la correlación, la irrupción en tromba en la cima absoluta del fútbol patrio donde el espacio disponible solo tiene dos dueños (ocasionalmente entra un tercero en la liza) y con una guarnición de dieciocho comparsas. Eso asusta y enciende las alarmas. Eso deja en evidencia que se puede entrar en el Olimpo siendo solo un dios menor, un plebeyo. Señala el sabio refranero popular, “más vale prevenir que curar” y así, manos a la obra, se despliegan los ejércitos de contención para frenar al bárbaro del sur que amenaza con moverles los sillones, con quitarles las coronas... con señalarles lo artificioso de sus imperios.

Prensa, radio, televisión, Liga, Comité de Árbitros, Antiviolencia… todo un contingente, un despliegue de armamentos inusitado, un acoso tremebundo e insano, brutal y despiadado para evitar el mal antes de que se produzca. Ya saben que en el amor y en la guerra…

Porque en los mejores momentos, cuando rozamos la miel con los labios y todos los sueños todos son posibles, la pusilanimidad propia coopera en los desmanes y nos hurta uno de nuestros más poderosos activos. Un valor que pocos poseen. Porque, como decía aquel “la mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”.

Como al ateniense Ícaro, el calor del sol (de los soles) derrite la cera de las alas de las gradas del Ramón Sánchez Pizjuan.

Cuidaros.

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