miércoles, 8 de febrero de 2017

DE VIOLENCIAS

 

La historia de la Humanidad es la historia de sus guerras. El Sistema, incluidas sus variantes posibles, es violento per se. Quizás no se pueda explicar de otra manera.

En los estadios, como en todos los demás aspectos de los colectivos humanos, hay violencia.

Hay violencia en el fútbol, deporte de contacto físico, porque es, en esencia, un sucedáneo de guerra (vean los abundantes términos bélicos usados en su lenguaje) de lucha, batalla y conquista… reconvertido para la paz, con normas establecidas para que ésa violencia quede dentro de parámetros aceptables. Otra cuestión será la aplicación de ésos preceptos en función de los interlocutores. Volveremos sobre ello.

Y hay violencia en el espectador que asiste al enfrentamiento. Desde su visión exterior, el que mira en la distancia ve cosas distintas que el que participa en el césped y las juzga según sus propios valores, porque las mide desde su formación social violenta (cualquiera sea el grado que soporte) de su conocimiento o no de lo que está viendo o de la implicación emocional que lo identifique. Las gradas, por tanto, son tan subjetivas como todos y todo los demás.

Pero por encima de ello, hay una violencia instituida porque el Sistema es violento en sí mismo. Es la Violencia superior, la que nos impregna a todos como una linfa sorda, discreta, apenas perceptible pero tan sólida y contaminante que aprendemos a vivir con ella y se convierte en parte de nuestras existencias. No nos llama la atención porque nacemos, crecemos y nos desarrollamos en modos sociales de violencia de todas las maneras imaginables. La llevamos en los genes y la sociedad se encarga de fomentarla sistemáticamente.

Es la lucha eterna del poderoso contra el débil: el primero para mantener sus privilegios y el segundo por conquistarlos. Y cuanto más crece el poder, más se agudiza el afán por poseerlo y el desprecio por las formas de alcanzarlo. Son el “todo vale” o “el fin justifica los medios” o… cualquier otra burrada que se inventen. Pero el Sistema nos imprime bien temprano la idea de esto es lo normal, lo aceptable, lo políticamente correcto… que es el sistema y es el mejor de los posibles.

En éste ecosistema particular, el fútbol, la violencia campa por sus respetos de tantas formas y maneras que resulta muy complicado identificarlas todas. Muy complicado.

Echémosla al suelo con algunos ejemplos y un poco de imaginación:

Eres aficionado/abonado/seguidor de un Equipo “modesto”, de medio o bajo presupuesto, que estás permanentemente al borde de descenso o caes en él periódicamente. Cada temporada ves que tu Equipo dispone de unos seis, ocho, diez o quince millones de euros para fichajes y ves, también, que otros clubes se gastan en un solo jugador lo mismo que varias temporadas juntas del tuyo… es normal, me dirán, porque así nos lo hace creer el sistema. Pero cuando deben competir entre ésos dos en el campo, el sistema nos dice que puede ganar cualquiera, que es fútbol…

Eso es mentira y es una mentira psicológica violenta.

Cada temporada sabes que perderás, si o si, la mayoría de los partidos contra un buen grupo de Equipos de los de “arriba”, que algunos te vapulearan inmisericordes… y que si por alguna razón desconocida aguantas más minutos de los presupuestados, si te sales del guión a base de correr más que nadie, de echar los hígados por la boca porque tus recursos son los que son, hay un tipo que se encarga de “forzar” la situación a base de pitidos. No pasa nada, es fútbol, unas veces aciertan y otras fallan, nos dicen. Pero cuando haces recuento a final de temporada, los errores del juez inapelable en contra tuya (sobre todo con determinados Equipos) te resultan un buen puñado de puntos que, quizás, te hubieran salvado del descenso, o hubieras llegado a Europa, o a una final de Copa… de La Liga ni hablamos.

Que sabes, por tanto, que nunca tendrás un trato igualitario porque no eres determinado club; que tus recursos no prosperan; que te sancionarán y pagarás o cerrarás; que otros no cumplirán las sanciones por los mismos delitos (o peores) y que te obligan a aceptarlo…

Eso también es desesperación, es la violencia de lo inevitable, es la del reo camino del patíbulo que sabes que, el año que viene, volverá a suceder. Y el otro. Es el precio por amar a tu Equipo y no a otros aunque te saque más lágrimas que risas

Que sabes que cuando los piratas reparten el botín de cada año, a ti, que has luchado exactamente igual que los demás, solo te toca un cofre pequeño de monedas, de plata quizás, porque los cofres grandes repletos del brillo del oro, los acaparan otros. Algunos dos, tres o cuatro cofres.

Es la violencia de la impotencia absoluta, de mirar siempre el pastel a través del escaparate, de ser pobre y tener que asumir el que el sistema te diga que así es la vida, que te des por contento y agradezcas que te dejen entrar a la fiesta, que no importa que lleves trajes remendados, que puedes bailar con la guapa o el guapo una o dos piezas aunque siempre, al final, se vallan con otros…

Sabes, también, que jamás has lanzado nada al campo, que nunca has insultado a voz en grito a nadie por muy ruin y despreciable que haya sido su actuación, que no concibes que haya quien se enzarce en peleas (a palos o navajazos y que incluso se maten) por fútbol y que tu horizonte de polemista futbolero no va más allá de la “guasa”… pero que cuando llegas a TU Estadio, te encuentras un muro de policías y pseudopolicías que te cachean, que te denigran y a los que tienes que demostrar que eres inocente. Que solo te venden bebidas sin alcohol porque eres susceptible de perder los papeles con dos cervezas…

Esto lo deciden lo del palco. A los del palco no los cachean y son los que tienen un ambigú privado en el que sirven alcohol abundante y otras viandas que paga el Club.

¿Podemos catalogar de violento todo eso? Si, lo es. Es la violencia de lo desproporcionado que siempre se inclina del mismo lado.

Como desequilibrado es el trato que recibes en los medios de comunicación. Te sientes, otra vez, impotente ante la avalancha de manipulación que te rodea. Mires donde mires, ves a los de siempre, perpetuos, las mismas opiniones, los mismos babeos, los mismos perros agradecidos... observas incapaz que los dos golfos principales acaparan todo el espacio, todo el aire, que no oses elevar la voz (o ganarles un partido) porque te machacan, literalmente, cualquiera sea la excusa estúpida (fundada o no que igual nos la inventamos) y que siempre recargan desde la centrifugadora del ombligo, en la meseta, en el epicentro del ventilador de la mierda.

Cuando lees, escuchas o miras, ves siempre lo mismo y a los mismos y eso es violento, muy violento porque desearías un poco de atención, un poco de respeto por participar, por estar ahí o, siquiera, por ser carne de cañón. Y te excitas al ver que los tahúres de las cartas marcadas se regodean de ti diariamente, año tras año, Liga tras Liga en un nauseabundo abuso de poder… que se mofan de ti y los tuyos, que te ningunean, que manipulan asquerosamente con la connivencia de la mayoría… te exacerban y eso fomenta la violencia.

Y cuando tus recursos mentales son escasos, la violencia se convierte en tu único recurso.

Ves que cada nueva medida que toman te despersonaliza más, te roba tu idiosincrasia, tus valores, de idea de colectivo distinto y diferente para pretender que termines en el anonimato de lo anodino, de la domesticada y vulgar mediocridad generalizada, de la estética casposa y uniforme que solo mentes casposas y uniformes son capaces de imponer. Gente con pasados nauseabundos, fascistas, extremistas que ahora pretenden enseñarte formas y modos. Esos son. Y sus cómplices.

Infectan los Estadios de cámaras de televisión y nos graban… ¿qué hay de la Ley de Protección de Datos? ¿Quién custodia las imágenes grabadas? ¿Qué garantías de confidencialidad me ofrecen? ¿Quién es responsable: el Sevilla FC o La Liga? ¿Es un Estadio un recinto privado o público? Los actos más violentos (muertes incluidas) ejercido por aficionados, se han producido casi siempre fuera de los Estadios, pero como son esencialmente ineficaces, ineptos e incapaces para discriminar a los animales, toman las medidas de los fatuos: por unos pocos estúpidos, todos sancionados.

Y genera discriminación y por tanto, rechazo y violencia en las mentes.

¿Por qué es éste año, precisamente, elevamos a los tirios y troyanos como asunto de interés nacional? Interés negativo, por cierto, sabiamente dosificado desde donde se fabrican los bulos y las mentiras son repetidas una y mil veces, desde la casa matriz de la manipulación que irradia por todo el territorio patrio. ¿Por qué éste año precisamente, el muñeco al que disparar con reiteración se llama Sevilla FC?

¿Cuánto de persecución ideológica puede haber? ¿Por qué existe ése violento desequilibrio entre la represión a unos y a otros?

¿Quiénes son los cómplices? ¿Cómo se llaman?

El Sevilla FC, como casi todos los demás Equipos, es una Sociedad Anónima (adivinen los que no lo son y hallarán algunas respuestas). En una empresa así, no se eligen a los directivos. Estos lo son por su cartera de acciones y ya sabemos lo que los poseedores de un paquete mayoritario pueden ocasionarle a los clubes.

Los tremendos errores producidos por el Sevilla FC, inducido, presionado, forzado por los intereses espurios de La Liga y los principales mafiosos del fútbol español, han roto un nexo vital, único, irrepetible, característico y personal de los sevillistas y entre sevillistas que se me antoja muy difícil de recomponer. Pero el Sevilla FC, con sus dirigentes accionariales, es parte también del entramado de La Liga. De La Liga de dos… ¿cualquiera sea el precio que haya que pagar por ello? ¿Tiene que ser así?

Duele porque esas barbaridades que cometen unos cuantos, se les obliga a pagar unos muchos.

Y eso genera violencia, es injusto y es desproporcionado. Y es la otra violencia, la Violencia con mayúsculas.

Cuidaros.

Nota.- Si en algún momento alguien llegara a pensar que mi artículo es una defensa de determinados actos violentos a los que hemos podido asistir como aficionados al fútbol, sepa que se equivoca radicalmente, que condeno igual navajazos, palos, muertes y otras formas de agresión. Pero si nos desgarramos las vestiduras y nos explayamos hablando de violencia, debemos saber que ésta tiene muchas caras, muchas formas y que puestos a acusar, acusemos también ésas otras maneras y no nos dejemos llevar por los intereses particulares de unos pocos, con un determinado interés y para un único fin.

SEVILLA FOOT-BALL CLUB DESDE 1890

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