Saludos.
Ya sabemos de sobras (y los que calzamos mucha edad, más), que el elemento mágico “gol” es, indistintamente, el motor casi único y necesario (sine qua non) para el progreso real y efectivo de la Pasión por tu Equipo.
Ganar partidos, títulos y honores es la mejor manera de mantener y potenciar la afición, de repartir satisfacciones cuasi orgásmicas, de devolver el empréstito entusiasta y vehemente, de incrementar la nómina de leales devotos y de consolidar ésa base sólida, indestructible, de adictos a ésta religión arrolladora en la que los dioses son, al estilo griego, seres de carne y hueso que salen a representarnos (Escudo, Bandera y Afición), en el circo mediático de la yerba del Estadio cada pocos días.
Es cierto, no obstante, que cualquier incondicional, cualquiera, establece una relación de dependencia emocional (a veces y circunstancialmente, odio), con su Equipo que no suele abandonar nunca al propietario, al adepto, al seguidor. “Hasta la muerte” es un típico ejemplo de ése compromiso. Otro, “manque pierda”, aunque más fatalista, contiene valores similares.
No conozco muchos casos de renuncia afectiva a un equipo.
En siendo de ésa forma, que puede ser discutible lógicamente, hagamos un ejercicio de distanciamiento (lo que no será fácil porque andamos contaminados genéticamente de Pasión), y tratemos de mirar qué origina que un Equipo que no hace mucho, apenas unos años, destellaba en el cielo futbolístico europeo y que sin llegar a la élite absoluta, mantuvo al continente entero (y otros), mirando con insistencia a la ciudad del Sur de la que se escriben maravillas desde hace siglos.
Porque la Maravilla reciente fue el Sevilla Football Club y hubo que sumarla a las propias naturales durante dos o tres años.
Dice mi admirado amigo RAVESEN que puede que se trate de un problema de comunicación y yo ando bastante acorde con sus reflexiones. Pero la comunicación buena, la efectiva, la que reporta réditos y engrandece a un Club, es bidireccional… o debería serlo.
Hasta hace no demasiado tiempo, los clubes estaban regidos por sus socios, por la masa social que determinaba la política que debía ejercer el Club en su conjunto, en sus grandes líneas maestras. Eso cambió radical y lamentablemente, cuando se obligó a casi todos los Equipos a formalizarse como Sociedades Anónimas Deportivas, SAD. Desde ése momento, solo controla, ordena y manda el paquete accionarial mayoritario. Convertidos por tanto en una “empresa” (Sociedad Anónima aunque no reparta beneficios), los modos, procedimientos y maneras se pervirtieron de tal forma que solo importa quien y como posee títulos suficientes para gobernar el Consejo de Administración. No hay más y todo se supedita al mejor o peor ejercicio de ése control.
El socio, por tanto, queda relegado (como en la supuesta “democracia” política que padecemos) a mero comparsa frente a la arrolladora personalidad de las cifras, de los resultados económicos, frente a los balances.
Solo es posible ejercer algún derecho cuando, como hemos visto en los últimos tiempos y tras la borrachera de títulos, no entraba el balón, el Equipo daba espectáculos bochornosos y una humilde pañolada, lograba forzar decisiones radicales. Ahí termina (junto con el abono del carné anual) el protagonismo de los socios. Fin.
Luego miremos aquello de “vender para crecer” y con todos mis respetos, eso es una falacia de grandísimas proporciones y a las pruebas me remito: llevamos décadas (décadas, repito), vendiendo a nuestras perlas canteranas o formadas aquí y el Equipo nunca llegó a donde se suponía que debía llegar. Otro ejemplo: durante 2006/2007, logramos reunir un grupo de “joyas” futboleras que nos proporcionaron hasta dos Copas de la UEFA seguidas (hito) y varios trofeos más. Aquellos “tesoros” se vendieron (a buen precio, por cierto) sin recambios adecuados; se descompuso un “once” brillante y ya nunca más. Y no se ven esperanzas en el horizonte.
Vendidos por piezas (con buenos réditos, insisto) , el consiguiente “crecimiento” se tradujo en… poco. De hecho, menguamos cada campaña en una caída lenta e inexorable. Soñar con alcanzar aquellas cotas o similares parece eso, un sueño lejano. Puede que hayamos crecido, pero no hay demasiadas pruebas visibles de ello, especialmente donde deben verse: en el campo, en los marcadores.
Quizás podamos decir con cierto orgullo que no caemos fácilmente: hemos visto muchas veces equipos que han firmado enormes campañas para, el año siguiente, morder el polvo de la Segunda División. Muy cerca, además. Y lo volveremos a ver pronto.
Tal parece que el enrarecimiento del aire de la cumbre nos afectó menos a nosotros y no llegamos a sufrir el vértigo de la altura tan acuciado.
¿Que hemos crecido en el plano institucional? Tal vez. Pero lo que mueve los corazones de la inmensa mayoría de los socios, aficionados y seguidores son los goles, los triunfos, las vitrinas… quizás seamos más elementales, más prosaicos, pero vemos lo que vemos y echamos de menos lo que no vemos, nos lo planteemos o no.
Porque el crecimiento institucional solo es creíble cuando el Equipo alcanza determinados niveles, determinadas metas, alturas considerables que te coloquen en el grupo de los ganadores… por arriba y para no bajar de ésos sitios ya nunca.
Y ahí llega mi amigo Rafael y pone el dedo en la llaga: COMUNICACION.
Es tal la falta de comunicación global y particular (y la que existe está demasiado viciada de parcialidad interesada, lógica pero manifiestamente insuficiente) que, perdidos en la gran confianza ciega que nos mueve, esperamos que el Club y sus dirigentes (no nos queda otra) nos resuelvan el modelo de Pasión que perseguimos. Pero no la hay y no se sabe qué mecanismos se manejan, en todos los aspectos, en los centros de poder, en los sitios en que se toman las decisiones.
Llegamos al extremo de no saber (a pesar de labia y prosapia), a qué se supone que juega el Sevilla F.C. porque el principal protagonista, pienso, tampoco lo sabe. O no lo explica.
Magnífico comunicador (como el anterior), nos sigue dejando en el limbo cuando observamos lo que ocurre en los terrenos de juego. Muy bien explicado, mal resuelto. Fatalmente resuelto, diría yo.
¿En qué se traduce, por tanto, la comunicación del responsable deportivo y de los responsables institucionales?
En nada. Manda el gol y cuando no hay gol, todo lo demás es accesorio aunque lo vendan como oro líquido a precio económico.
En curioso que pretendamos exigir (yo el primero y con mis contradicciones propias), mayor transparencia en un modelo tan desquiciante: el Sevilla F.C. es una Sociedad Anónima (Deportiva) y a pesar de que traten de “vendernos” los valores del sistema que impera (inmersos en otro más amplio llamado “libre mercado”) , no hay nada más totalitario, absolutista y oscuro que una empresa comercial. Y el Sevilla F.C. es una empresa comercial que, de pasada, mueve Sentimientos por miles.
Es de agradecer, dicen algunos y en parte estoy con ellos, que hemos visto al Sevilla más Grande de toda su Historia. Cierto es que las generaciones coetáneas no pueden comparar porque no han vivido épocas anteriores, que será difícil hacerles ver que las décadas grises fueron muchas y que la explosión de títulos nos pilló a todos desprevenidos. Que hemos sido afortunados.
Pero me niego a pensar que lleguemos a hablar de ello como de tiempos pasados, de charla de abueletes, del “¿…te acuerdas de aquel gol de Palop de cabeza contra el Shakhtar Donetsk? ¡aquellos si que eran futbolistas…!"
Me niego a pensar que tantos triunfos se diluyan como se diluyera el gol de Bertoni.
Poco a poco, sin prisas pero sin pausas, el Sevilla está regresando a la mediocridad.
Un Sevilla al que, dicho sea de paso, solo una vez he visto invertir en entrenadores: el doctor Carlos Salvador Bilardo (míster Písalo). Un Sevilla, el más grande de todos los tiempos, que estuvo dirigido por un entrenador de segunda fila (sonó la flauta) pero que nos elevó a alturas insospechadas. Un Sevilla que no quiso o no supo apostar por un modelo fantástico, un modelo que funcionaba de maravilla y que cambió por un rosario de fracasos que aún perdura.
El Sevilla inestable, el de los altibajos, el eterno aspirante al club de los elegidos. El Sevilla timorato.
El Sevilla que colabora activamente en un sistema demencial autodestructivo, perverso y demoledor. Juez, verdugo y víctima, todo en uno.
El Sevilla que mata ilusiones.
Y sin embargo… ¡HASTA LA MUERTE!
Cuidaros.
SEVILLA F.C. SINCE 1890