martes, 2 de diciembre de 2014

LA VIOLENCIA CONSENTIDA

 

Saludos.

Y de pronto vimos la luz y todo el mundo corrió hacia ella: inocentes, culpables, cómplices activos, pasivos y ajenos, interesados, golfos, maleantes y dolientes. Todos ven la salida al final del túnel.

Otra vez. Ha ocurrido otra vez. Otra víctima del desquiciamiento de la sociedad, del  sistema perverso, de la selva. No sirvieron las bien visibles señales y como siempre, solo la sangre hace reaccionar a los ineptos pusilánimes de ése sistema ideal para sus fechorías, para campar a sus anchas y con sus espaldas bien cubiertas, a salvo de la morralla.

La inmensa mayoría de los grupos violentos del fútbol nacieron en la década de los ochenta. Fueron los años en que las plataformas televisivas inventaron el fútbol total, el que permite ver todos los partidos dondequiera que se celebren. Todos los partidos, propios y ajenos.

La visión directa (semanal o cada tres días y en riguroso tiempo y forma) de las andanzas de tu equipo, sustituyó alevosamente a la más indirecta y distante retransmisión radiofónica o a las crónicas periodísticas del día después que, a fuer de tardías, se volvían cuasi inocuas. De ver a los tuyos cada quince días, nos convertimos en espectadores continuos, sin descanso, con veinte cámaras dispuestas para que no se escape detalle alguno, con repeticiones, escenas lentas o lentísima... los primeros planos de entradas criminales, faltas durísimas, fueras de juego inexistentes o no señalados, parcialidad manifiesta del colectivo de jueces arbitrarios en cadena… cada tres días, es una espiral exponencial insuperable de supuestos y no supuestos agravios.

Se creó la exacerbación prolongada para una parte, sin solución de continuidad, porque las pantallas mostraban continuamente a los otros aficionados, los contrarios, celebrando goles injustos o mal anulados. Insultos y cánticos bastardos, gestos, objetos, agresiones sobre el terreno y fuera de los estadios, banderas y símbolos para justificar el creciente odio de los “ultrajados”. Y la animadversión alentada cada vez, desde los medios, por acción o por omisión.  

En HD.

Pero el sistema, revolcado en su propia podredumbre, consiente y tolera ésa violencia parcial, local y casi siempre menor porque es una vía de escape, una forma de liberación de otras tensiones, de otros problemas sociales de verdadero calado: mientras se peleen un rato entre ellos (dicen) no canalizarán ésas energías contra las desigualdades del sistema, ergo contra el sistema mismo.

Beber para olvidar en ésos lugares donde cabe todo.

Y los medios: los colaboradores necesarios, los cómplices directos.

La parcialidad y la subjetividad apologética llevada al paroxismo sin orden ni medida. El fin justifica los medios.

Lo que ayer se obviaba interesadamente, hoy es primicia absoluta, total, extensiva, sesuda, densa, cargada de razones, profunda y estudiada. Y nos rasgamos las vestiduras hasta quedar totalmente desnudos y para descubrir, asombrados, que debajo de los ropajes no había nada. Miserables petimetres.

Hoy los mea culpas falsos, tardíos, insolentes. La represión vocinglera y reaccionaria que viste de gala cuando la sangre aparece para justificarse tarde y mal. La grandilocuencia adulterada de los mismos que ayer consentían. De los hipócritas.

Esto no es lo peligroso, es solo lo llamativo. Esto no subvierte y por tanto, se consiente aunque de tarde en tarde, cuando aparece la sangre gorda, hagamos algunos paripeces, frunzamos los ceños y todos aprecien la gravedad de los gestos, de la decisiones terminantes, de las grandes soluciones de los problemas pequeños.

Hipócritas.

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Cuidaros.

4 comentarios:

Marcu dijo...

Genial. En su línea habitual.
Solo repetirle lo que acabo de escribirle al Papi. Me prodigo poco por estos lares últimamente, pero lo suficiente para mandar de cuando en vez un fuerte abrazo a los amigos.

Jose Manuel Ariza dijo...

Saludos.

Gracias, D. Marcu.

Un placer aunque sea en contadas ocasiones.

Abrazo enorme.

Cuídate.

EL PAPI MAGASE dijo...

poco que decir ante esta entrada magistral de mi hermano J.M,abrazo grande tambien para los dos profesores que me anteceden en mi comentario.

Es otro placer volver ver aparecer a don Marcu.

Jose Manuel Ariza dijo...

Saludos.

Gracias, hermano.

Un abrazo y cuídate.