sábado, 15 de diciembre de 2012

ATERRIZAJE (CUENTO)

 

Saludos.

Recibí las señales inequívocas de que el momento del aterrizaje se aproximaba y en no menos de diez minutos, debería enfrentarme al mundo al que había sido enviado.

Varios meses de navegación placentera. semi hibernado, dejando todo en manos del Control Central (alimentación, residuos, ejercicios, distracciones, sueños y despertares), me habían proporcionado un viaje cómodo y grato pero que, como ya sabía, tendría que terminar antes o después.

Y llegó el momento de abandonar mi querida cápsula.

La nave se estabilizó y comenzó el protocolo de desacoplamiento. Notaba los esfuerzos de los motores para situarla convenientemente, en la posición y en el lugar exactos en que se había programado que se posara y con una ligera diferencia mínima de tiempo que estaba perfectamente dentro de tolerancia. El proyecto de navegación se cumplía rigurosamente y la conducta de los instrumentos era impecable.

Revisé la cabina no obstante y todo parecía estar en orden. La revisé de nuevo por seguridad y quedé más tranquilo a pesar de tener absoluta confianza en el Control.

Sin embargo, no podía dejar de sentir abundantes inquietudes sobre lo que habría de encontrarme en aquel mundo desconocido: ¿Cómo me afectaría la gravedad teniendo en cuenta que mi organismo llevaba mucho tiempo navegando en casi total ingravidez? ¿Qué densidad tendría el aire que debería respirar aún sabiendo que no sería letal para mi? Pero sobre todo… ¿cómo serían los nativos y qué recibimiento me repararían? Esto me producía bastantes temores aunque tratara de ocultarlos y a pesar de mi completo entrenamiento y preparación para la misión. Era humano, al fin y al cabo.

Tampoco tenía mucho más tiempo para consideraciones ni temores cuando se encendieron las luces que anunciaban la apertura de la compuerta exterior, acompañadas de los avisos sonoros conocidos.

Todo vibraba, todo se movía, todo andaba alterado aunque, quise suponer, bajo Control.

Ya veía luz por la compuerta, que seguía su rutina de apertura, y aunque aún estaba protegido por mi traje especial, no pude dejar de sentir algún miedo a la llegada de los gases pestilentes de aquel mundo. Gases, me aseguraba el Control, repleto de partículas nocivas. Sin embargo, Control también afirmaba que no serían perniciosas y que mi organismo las asimilaría pronto.

Cuando la alerta sonó avisando de que el momento de abandonar la nave había llegado, me deshice de mi protección especial con el ingenioso sistema diseñado por Control Central (que iba abandonando suavemente a medida que me acercaba a la salida), dispuesto a enfrentarme a lo desconocido.

En llegando a la misma compuerta, miré fuera con la curiosidad innata que nos caracteriza. Noté enseguida el peso de la gravedad y vi a los nativos esperándome, rodeándome y todos mirándome.

Eran cuatro, gigantescos y con miembros enormes, descomunales. Y eran verdes, completamente verdes y con un galimatías de sonidos indescifrables y de potencia desmedida.

Sin saber cómo pasó y sin darme tiempo para realizar alguna maniobra de defensa, me asieron por el cuello, tiraron de mí con fuerza irresistible, me sacaron de la nave y luego me colgaron de los pies cabeza abajo a la vez que me propinaban una paliza tremenda en los glúteos.

Control Central quedó mudo para siempre cuando los nativos rompieron de mala manera las conexiones y a pesar de todo aquel entrenamiento completo y durísimo que me habían  proporcionado, perdí el control sobre mi mismo, sentí pavor y rompí a llorar como un bebé:

¡Muuuuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Había nacido.

Cuidaros.

3 comentarios:

EL PAPI MAGASE dijo...

Gracias por trasladarme otra vez al mundo de la fantasia hermano,te dejo este regalito que se que algo te gustan a ti estas cositas por supuestisimo en una clave que a mi se me van a estas fechas los piés,un abrazo artista.

http://youtu.be/PMJ3WVupar0

José Luis Herrera dijo...

Como siempre genial.

Jose Manuel Ariza dijo...

Saludos.

Papi, de vez en cuando me sale la vena de aprendiz de escritor. Frustrado, como se puede leer.

D. pepeele, los genios no son de este mundo.

Gracias a ambos.

Cuidaros.