lunes, 27 de junio de 2011

POS ME LLEVO LA PELOTA

 

Saludos.

Así decía, siempre, el chico de la familia más pudiente, el que podía tener un balón, cuando el desarrollo del juego no le era favorable. Los demás, de condición más humilde (con regalos de reyes de menor cuantía), habíamos de tragarnos todos los sapos si queríamos terminar el partido.

Un anuncio famoso, que todos recordaremos, obligaba a los participantes aceptar un animal de compañía imposible o el dueño del juego se marchaba y se lo llevaba, dejando al resto en mitad de una noche de diversión.

Los niños malcriados suelen actuar de la misma forma. Habituados a salirse siempre con la suya, imponen sus normas propias o rompen la baraja y ya no juega nadie. No me interesa el juego, dicen, cuando no ganan.

Yo he visto volar piezas de ajedrez, con riesgo cierto para mis ojos, ante un mate sorpresivo. Y he tenido que recoger alguna vez cuarenta cartas esparcidas por toda la habitación, fruto de un manotazo violento.

Un malcriado culto y sagaz puede, incluso, justificar perfectamente cualquier acción de éste tipo. Tiene argumentos sobrados, los desarrolla, inventa, aliña, documenta y logra convencer a algunos de que sus actos están cargados de razón, de toda la razón del mundo y que solo nos queda aplaudirle. Incluso habrá quien se solidarice, sin tener ni idea del trasfondo del asunto, hasta extremos pasionales (sin llegar a cortarse las venas, por supuesto).

Largan, sin embargo y continuamente, coletillas que les destrozan los discursos y por ello pierden cualquier atisbo de credibilidad que pudieran tener. Y suelen tener mucha porque, además, son muy buenos en sus explicaciones. Casi siempre.

Las coletillas perforadoras. Hay que tener cuidado con ellas porque hacen daño.

Y como poseen un acervo sin fin de calificativos (que de tanto usar ya andan desgastados y porque los aplican como remedio en todas las heridas), ya suena a discurso conocido y casi que adivinas el final antes de llegar a el.

Son previsibles. Ya no juegan. Ya no ganan y se llevan la pelota.

Y la culpa, por supuesto, de los otros que no nos dejan ganar. O de la “Seño” que la tiene tomada conmigo. O del inútil del jefe que no me deja progresar. O de fulanito que “ma dao una patá”…

Llama muchísimo la atención que siendo, como son, personas tan inteligentes, cometan errores tan visibles (en sus propias casas y en otras). Más aún, que achaquen a los demás sus propias debilidades. Y todavía más, que generalicen con guerras inventadas, en terrenos imaginados y con objetivos ideales, que no existen.

Pues para eso la pelota es suya.

Cuidaros.

3 comentarios:

Tántalo dijo...

Pues peor si al irse te regala la pelota porque antes de darle un puntapié seguro que te preguntas:

¿Y si la ha rellenado de cristales o algo peor?

Marcu dijo...

Y ponen las reglas del juego.Y dirigen el juego cual árbitro malo. Y hasta ponen las sanciones. Y siempre con la pelota en la mano. Para que no siga el juego.
Saludos

Jose Manuel Ariza dijo...

Saludos.

D. Tántalo, le juro que me ocurrió una vez: al torcer en una esquina, me encuentro un balón allí enmedio y varios chicos, a unos veinte metros, que me hacían señas "dale pacá".

Mi suerte es que antes del puntapié, quise colocarla con el empeine un poco a la derecha para darle mejor y... estaba cargada de piedras.

D. Marcu, en otros contextos, ésas actitudes tienen un nombre bien sonoro y peyorativo.

Gracias a ambos.

Cuidaros.