miércoles, 1 de abril de 2009

UN PUESTO DE TRABAJO

Saludos.

Yo trabajo en una empresa que emplea a muchos miles de personas en varios puntos de España y Europa.

En uno de los centros que tiene en Sevilla, llevo casi treinta años entrando antes de las siete de la mañana y cada día, al llegar, no ha dejado de sorprenderme -en tantos años- lo empinado, cuesta arriba, que está el suelo. Sin embargo, a la salida -a eso de las tres de la tarde-, todo es cuesta abajo. Parece milagroso y es una prueba convincente de que la tierra no es rígida y sufre malformaciones constantes.

Y como yo, el resto de compañeros, los mismos que a las dos te dicen "estoy rendido" y sin embargo, una hora más tarde le salen alitas en los tobillos. Parece una competición, que lo es, alcanzar el coche en primer lugar y colocarse en la pole.

Son momentos eternos porque el hambre es bestial y en alguno momentos puedes llegar a imaginar lo que sienten los guepardos cuando miran a la gacela. Pero si has logrado situarte de los primeros y ya ni miras atrás, sabes que comerás unos minutos antes que el que se ha despistado y sale al final de la larga cola.

En esos minutos que rodean a la salida observas, por ejemplo, que muchos compañeros han crecido: llevas toda la mañana viéndolos con los pantalones amontonados sobre los zapatos, por debajo de la blanca bata y cuando a las tres reaparecen desde los vestuarios, les ves los cacetines.

Es asombroso porque al día siguiente vuelven a menguar otras ocho horas.

En mi puesto y rodeado de unas cuarenta personas, sobrevivo al ruido ambiental, adobado con varios aparatos de radio que, por supuesto, cada cual sintoniza en su emisora preferida.

Los hay que oyen al Herrera, otros al Francino y hay, incluso, quien prefiere al animalito de Jimenez Losantos. La mayoría, sin embargo, opta por la música de tal forma que me rodean Kiss FM, M80, Los Cuarenta y hasta Radio3, en un picadillo de ruidos taladrante porque ocurre que en sus afanes por los gustos particulares, suben los volúmenes un tanto. Los de más allá, distraídos de lo propio, hacen lo mismo. Y la película se repite con el tercero, con el cuarto...

Desde hace un tiempo, muchos usan auriculares y eso nos impide seguirles la pista. No obstante, me consta que varios escuchan SevillaFC Radio, la otra y Radio Marca por lo que -salvando a los primeros- es fácil hacerse una idea de lo que deben sufrir ésos cerebros.

También tenemos algunos ejemplares del pleistoceno y le pegan a la copla como decosidos. Pero no es La Copla, es la copla, en chiquinino, es decir, toda la morralla de imitadores/as de las Grandes. Por suerte, son minoría y pronto se les coacciona para que vuelvan al redil y abandonen el suplicio. Algunos días y como para congraciarse, nos regalan al Perales, al Iglesias y al hijo del Iglesias. Deprimente.

En general son gente solidaria que gustan compartir sus delicias con los demás.

Teníamos un compañero, ya jubilado, que soportaba igual de mal que yo tanto ruido (cuando me resulta del todo irritante -la mayoría de los días- opto por colocarme tapones de seguridad en mis orejas y así amortiguar el tormento). Ése compañero, muchísimo menos paciente que yo, se levantaba, se acercaba al perpetrador y le espetaba:

-¡Baja la radio o te la tiro!

Con los años, los demás aprendieron que no hablaba en broma porque fueron muchos los aparatos que acabaron en la papelera más próxima. Alguno no volvió a sonar nunca.

Otro de los momentos cumbres es la "hora del bocadilo". Primero hay que decir que "hora" no son sesenta minutos, sino nueve (mensaje para algunos). Tenemos un sistema en el que pedimos ésos bocatas con un día de antelación, en una lista de diez o doce especialidades y bebidas -refrescos y cerveza-, pagadas en parte por la misma empresa.

Son baguettes y se dejan comer sin grandes protestas. Las bebidas, de lata.

Cuando llega la chica con el pedido -sobre las once-, enseguida descubres a los más hambrientos porque:

a) Salen disparados a recaudar su botín.

b) No esperan a la hora oficial -once y media- y atacan sin compasión.

c) Emiten un dramático alarido si como ocurre a veces, olvidó el día anterior añadirse a la lista o si hubo algún error en la entrega -lo que sucede de vez en cuando-.

Son, entenderéis, instantes de mofa para los más deslenguados.

Y como en todo colectivo humano que se precie, tenemos una rica y variadas carta de tipos estrambóticos:

-Ojeadores -que lo miran todo y no se cortan un pelo en meterte la cabeza en el papel que estés leyendo-.

-Escuchadores -probablemente con poca vida interior-, pasan sus jornadas atentos a todo lo que digamos el resto y recabando -ignoro con qué fin-, cuanta información les sea posible sobre nuestras vidas.

-Habladores -que es una forma amistosa de definir al cotilla, fisgón, murmurador, cuentista, chismoso y correveidile-. Es la especie más peligrosa porque jamás les verás una mala cara, un mal gesto... en tus proximidades. Apenas te retires dos pasos, despliegan toda sus baterías, en línea, y con los calibres gruesos. Te ponen "a parir" aunque no haya nada un motivo especial para ello. Tienen una memoria prodigiosa y aún se acuerdan de aquella vez que pisastes una mierda de perro, lo que debe ser una afrenta insoportable para su orgullo. Expertísimos en encontrarle contra argumentos a cualquier cosa que hagas porque siempre hay un lado malo, un fin oculto o un beneficio inconfesable.

-Y directamente, EL PELOTA. Señores, la ESPECIE por excelencia:

¿Qué trabajo que se precie no tiene uno o varios PELOTAS?

Son esos que se gastan una pasta en tabaco y en café -aunque no fumen y los médicos le hayan prohibido las bebidas excitantes- para surtir al jefe. Hay, con mucho humor, quien los define como "inversores".

Son tremendamente eficaces en despiece humano y los mejores comunicadores -dirección hacia el jefe-, de todo cuanto ocurre en sus cercanías. Por supuesto, la información convenientemente sazonada, matizada y maquillada para que el oyente con poder se documente de las carencias y defectos de todos los demás. Y si alguno compite con el PELOTA en cualquier área, no os cuento lo que pueden llegar a decir.

Son, también, bastante cobardes. Si te enfrentas a ellos con un simple y sencillo ¿tú que estás diciendo de mí?, os prometo que jamás he visto gente más inocente, más dolida y contrita. Además, saben con precisión quién fué el verdadero propalador de la infamia. Con nombre y apellidos.

Es la ESPECIE y sospecho que es imposible no toparse con alguno en todos los trabajos.

Creo que por hoy me he despachado bien y dejaré para otro día el resto de circunstancias de mi trabajo.

Cuidaros.

1 comentario:

EL PAPI MAGASE dijo...

¿en tu trabajo se fuma? te lo digo porque dicen por ahi que en todos los trabajos se fuma,quiero saber si esto es un dicho tópico o alli en tu currelo lo teneis prohibido,o esto de decir lo de en todos los trabajos se fuma es para hacer la paradita de rigor y coger un poco de aire aunque sea del contaminado.